Minucioso escrutador del alma humana
En el lapso de 23 años (desde 1590 a 1613), Shakespeare escribió unas 37 obras, pero en el curso de los últimos tres siglos se han escrito sobre él más de 5000 obras en todos los idiomas, sin incluir los artículos, las notas, los ensayos y los comentarios publicados en periódicos y revistas . Se quiso, inclusive, negar su existencia y adjudicar sus obras al filósofo Francis Bacon; sin embargo, esas versiones no impidieron que a William Shakespeare, un siglo después de su muerte, se le diera merecidamente la categoría de genio.
Teatro a cielo abierto
En el siglo XVI las obras teatrales debían representarse de día, ya que los teatros eran a cielo abierto y sin iluminación artificial. No había telón, y el público rodeaba el tablado por tres lados . La escenografía, en realidad, no existía, y el autor suplía esta falta mediante una detallada exposición tendiente a guiar la imaginación del público.
Los espectadores comunes permanecían de pie y abonaban un penique. Eran, en su mayoría, artesanos, aprendices, comerciantes y sirvientes, es decir, gente del pueblo. Pero más tarde los teatros londinenses tuvieron protección oficial y a ellos concurría gente de más elevada condición social.
El florecimiento del teatro en Inglaterra se debió a Christopher Marlowe, poeta dramático, contemporáneo de Shakespeare, que murió a los 29 años de edad. A Marlowe lo siguió e imitó Robert Greene (1560-1592), quien dejó expresa constancia de los celos que sentía por Shakespeare.
Un pueblo que se haría famoso
El 23 de abril de 1564 nació William Shakespeare, hijo de Mary Arden y John Shakespeare, en la localidad inglesa de Stratford-on-Avon, la que, con el tiempo, se convertiría en lugar de peregrinaje turístico y literario por haber sido la cuna del máximo dramaturgo de la lengua inglesa, quien ha sido llamado El Cisne de Avon.
El padre, guantero de profesión y hombre de predicamento en la villa, ejerció algunos cargos públicos y trató de que William -el tercero de sus ocho hijos- tuviese una esmerada educación, por lo que lo envió a la escuela a los 7 años. Allí parece ser que aprendió griego, latín e historia de su patria, pero a los 12 años abandonó los estudios.
Según la tradición -ya que sobre Shakespeare es muy poco lo que se conoce en cuanto a su vida-, el padre quedó en la ruina y William se vio obligado a trabajar, inclusive como carnicero.
A los 18 años se casó con Anne Hathaway, hija de un rico agricultor y 8 años mayor que él, de cuyo matrimonio tuvo tres hijos. A los 23 años de edad emprendió viaje a Londres, distante unos 130 kilómetros de su pueblo.
Un lapso fructífero y triunfal
Era la época del poderío de la reina Isabel y de las hazañas del corsario Francis Drake, colmado de honores por la soberana. Y era la época en que el teatro comenzaba a desarrollarse, pues las compañías se colocaban bajo la protección de personalidades tales como el almirante de Inglaterra, o el camarero de la reina, o, bien, la soberana misma; de allí que se los conociera como "Hombres del Almirante", "Hombres del Camarero Mayor" u "Hombres de la Reina".
Shakespeare ingresó como actor y empezó a hacer su aprendizaje teatral. Nada de lo que sea teatro le fue indiferente y, por encargo, adaptó o reescribió antiguas versiones, pero finalmente comenzó a crear obras nuevas: Enrique IV, Ricardo III, Trabajos de amor perdidos, Los caballeros de Verona, La comedia de los errores, Romeo y Julieta y otras que mencionaremos más adelante.
Llegó a ser miembro importante en la mayor de las compañías teatrales de su época, a la que apoyaron, sucesivamente, Isabel I y Jacobo I. Esto le permitió vivir como un caballero en su residencia campestre. En su ciudad natal tenía una propiedad y, además, algunas tierras. Era, pues, un hombre rico, pero agotado. A los 46 años de edad empezó a retirarse de la dirección de sus empresas teatrales, pues estaba cansado como consecuencia de una vida agitada y de continua producción.
Pero fue una existencia fructífera, ya que se dio al teatro universal obras imperecederas como (a parte de las ya mencionadas) Sueño de una noche de verano, La fierecilla domada, Julio César, Falstaff, Hamlet, Otelo, Macbeth, Rey Lear y muchas otras que pusieron en evidencia su genio creador y sus facultades de poeta eximio y profundo conocedor del alma humana.
La grandeza de Shakespeare -fallecido el 23 de abril de 1616, en su pueblo natal- no debe buscarse en la originalidad de los temas de sus obras. Estos proceden de distintas fuentes: Boccaccio, Bandello, Plutarco, traducciones de obras españolas e italianas y de antiguas crónicas inglesas. Su grandeza es la de haber convertido simples argumentos o anécdotas en verdaderas obras de arte y de haber legado a la posteridad personajes que son tipos humanos universales.
Otelo, colérico, personificación de los celos; Yago, intrigante, inmoral, traidor y suspicaz; Macbeth y su esposa, arquetipos de la ambición y el remordimiento; Hamlet, el melancólico, el depresivo (este personaje ha sido sometido a intensos análisis psicológicos por las más eminentes personalidades de la materia); Falstaff, el sanguíneo, gordo, bonachón y jovial, que inspira una inmediata fascinación, y Shylock, prototipo del usurero, vil, rapaz y despiadado.
Es tal la importancia que ha adquirido el teatro de Shakespeare, que la crítica filológica y estética en torno de él constituye casi una ciencia. El romanticismo exaltó las obras de este genio de la dramaturgia, que mereció los elogios más superlativos del máximo pontífice de ese movimiento: Víctor Hugo, y su influencia a trascendido hasta nuestros días.
Reproducción de la primera portada de Romeo y Julieta. Sus protagonistas han quedado como símbolo del amor desdichado. |
Ofelia, heroína de la tragedia Hamlet. Pintura de John Everett Millais (1851) |
Lady Macbeth, interpretada por Sarah Siddons, 1812. |
Shylock, el avaro de El mercader de Venecia. Interpretado por el actor Henry Irving (1890) |
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