lunes, 11 de abril de 2016

Cuando una frase se hace célebre

"¡Yo también soy pintor!"

Tan grande fue el deslumbramiento que sintió Antonio Allegri "El Correggio" al contemplar la "Santa Cecilia", de Rafael, que sólo atinó a pronunciar la frase del epígrafe. Luego, como suele ocurrir con frecuencia sus palabras fueron interpretadas de maneras distintas: unos creyeron que "El Correggio" había subestimado los méritos de Rafael, diciendo algo así como: "¡Bah, yo también soy pintor y puedo hacer lo mismo!", mientras otros tomaron su exclamación como una prueba de asombro y admiración, equivalente a un: "¡Qué maravilla! ¡Pensar que yo también soy pintor!". En una palabra: antes de decir frases célebres, es conveniente aclarar el significado!

Autorretrato de Correggio (1510)

"El éxtasis de Santa Cecilia"
Rafael (1516 - 1517)



"¡Avergüéncese quien mal piensa!"

Con estas palabras -en una traducción más o menos literal-, Eduardo III de Inglaterra amonestó a varios cortesanos que habían observado con malicia y suspicacia su gesto insólito: ¡nada menos que levantar del suelo una liga que se le había caído durante el baile a la hermosa condesa de Salisbury! No conforme con la amonestación, el monarca sujetó la liga a su propia pierna, dando origen con ese gesto a la creación de la famosa y codiciada "Orden de la Jarretera", y a que su frase original "Honi soit qui mal y pense" quedase como leyenda en el escudo nacional inglés.

Eduardo III




"Si me dicen que he fallecido, no me asombraría nada"

Juan Emilio Arrieta, autor de las zarzuelas "Marina", "El dominó azul", "El grumete" y otras (1823- 1894), fue una de las figuras más populares de la España de su tiempo. Unía a sus condiciones de creador -dicen sus biógrafos-, un gran sentido del humor y se cuenta que, la noche antes de morir, charlaba jovialmente con varios amigos. Y cuando uno de ellos le preguntó: "¿Cómo se encuentra usted, maestro?", Arrieta le dijo sin titubear: "Mal, muy mal, amigo. ¡Tan mal me encuentro, que si al amanecer me dicen que he fallecido no me asombraría nada!".


Juan Emilio Arrieta
Fuente de la imagen



"¡No me mates! ¡Soy Arquímedes!" 

Después de un prolongado asedio, el general romano Claudio Marcelo logró apoderarse de Siracusa, recomendando a sus tropas que respetasen la vida de Arquímedes, a quien admiraba y estimaba profundamente. Ignorando lo que ocurría en la ciudad, el famoso geómetra estaba ensimismado en sus trabajos cuando un soldado entró en su casa e, irritado por la actitud del sabio -que juzgó indiferente o despectiva-, lo amenazó con su espada. Fue entonces cuando Arquímedes intentó detenerlo, pero su frase implorante no pudo evitar el brazo homicida... ¡y todas las recomendaciones de un general inteligente resultaron inútiles frente a los impulsos de un soldado ignorante!



Arquímedes

jueves, 7 de abril de 2016

¿Qué es la sed?

La sed, esa sensación que muchas veces experimentamos de acuciante y molesta necesidad de beber, es el toque de atención que nos permite reponer adecuadamente el agua perdida por nuestro organismo.





Distribución y consumo de agua

Aproximadamente, el 70% del peso corporal del hombre está constituido por agua, y esta cifra sólo puede oscilar con la desviación extrema de menos del 20% de lo normal, para la cantidad total de agua, en relación con el peso de cada individuo.
Diariamente se pierde poco más de un litro al evacuar orina, algo más de 500 ml. por la perspiración cutánea (evaporación normal de la piel, en un sujeto en reposo) y unos 300 ml. en el vapor de agua de la respiración tranquila, además de algunos mililitros con las materias fecales, salivación, lágrimas, etc. Es decir, que por lo menos se eliminan unos 1800 ml. diarios, y si está cantidad mínima no es reparada, en unos pocos días se deshidrata el organismo y, por desecación, le es imposible conservar las reacciones vitales.
El agua se distribuye en dos comportamientos: el líquido que esta dentro de las células, donde tienen lugar las complejas reacciones biológicas, y el que se halla fuera de las células, que sirve para mantener el medio acuoso en que viven todas ellas y del que obtienen oxígeno y alimento.



¿Por qué sentimos sed?

Mucho se ha discutido sobre los mecanismos que originan esta sensación. Desde Claude Bernard se ha pensado que la modificación de la cantidad total de agua o de la concentración de las sales de la sangre hacían sentir un efecto directamente sobre las células de los centros nerviosos. En cambio, para Cannon y Gregersen la sensación de sed se produce como consecuencia de la sequedad de la boca y las fauces que la disminución de saliva provoca; a su vez, la disminución de saliva, orina y otras secreciones es un mecanismo puesto en marcha de inmediato para ahorrar agua.

Claude Bernard.

¿Cómo se sabe que ya no hace falta agua?

Aquí también el mecanismo es complejo y delicado, y sus componentes principales están a nivel psicológico y neurológico. El hecho de humedecer la boca y la garganta trae un alivio rápido, pero poco duradero, de la sed, y es de evidente origen psicógeno; si lo que se ha ingerido es agua fresca, se observa que la sensación placentera de saciedad es mayor y más rápida. Bellows, experimentando con perros a los que les derivaba el esófago hacia una bolsa exterior, sin desembocar en el estómago (fístula esofágica), comprobó que al mojar la boca y la faringe, el animal tenía satisfacción inmediata de la sed, pero que le duraba poco y al rato volvía a ingerir líquido. Si se le introducía agua en el estómago, tardaba más en calmarse, pero el efecto que se lograba era prolongado. También se ha podido observar que la sensación de sed puede ser calmada lenta pero persistentemente con la introducción de agua o soluciones salinas isotónicas (de igual concentración que la sangre) directamente en una vena.

La experiencia de Bellows probó que un perro -al que por una
fistula en el estómago se impedía que el agua llegará al estómago-
calmaba su sed rápida pero fugazmente al humedecer la boca,
pero si se introducía agua directamente en el estómago la saciedad era persistente.


Mecanismos que regulan la sed

La valuación del agua del organismo se hace continuamente por intermedio de receptores nerviosos en la pared de algunos vasos sanguíneos; los osmorreceptores, que miden la concentración de sales en la sangre de tal manera que, si es alta, se solicita un mayor aporte de agua, y los tensiorreceptores, que informa, sobre las variaciones de la presión e indirectamente, el volumen circulante, pues a menor presión, sería menor el volumen del líquido extracelular, es decir, el que está en los espacios entre las células. Estas informaciones se envían a centros nerviosos ubicados en la base del centro (el hipotálamo, verdadero lugar de registro y elaboración de estas sensaciones), conectados directamente con la glándula de secreción interna muy importante, la hipófisis, que sobresale hacia abajo en la base del cerebro y que secreta una hormona llamada antidiurética, pues actúa a nivel del riñón, aumentando la reabsorción del agua y las sales. Cuando hay pérdida excesiva de líquido, aumenta la secreción de esta hormona, hay sed y se ahorra agua; si, en cambio, se destruye, hay una enorme pérdida de agua por orina, cuya cantidad diaria se eleva de 4 a más de 10 litros; entonces la sed aumenta considerablemente para reparar por ingestión esa terrible pérdida que afecta gravemente al organismo pudiendo llegar hasta causar la muerte.










Causas anormales de sed intensa

Son la simple privación prolongada de bebida o las pérdidas abundantes por exceso de sudor, durante el trabajo o el ejercicio, o en los climas tórridos; las diarreas intensas por enfermedad; la ingestión de alimentos salados; las hemorragias; las quemaduras, etc, o asociaciones de estas causas.


Consideraciones útiles

Como los lactantes y niños de corta edad son muy susceptibles a la deshidratación, pues su poco peso influye en que pequeñas perdidas sean críticas, así como la inmadurez de su sistema neurohormonal no es adecuada para rápidas y drásticas compensaciones, debemos cuidar en ellos un aporte correcto y continuo de agua en la alimentación y evitarles toda clase de pérdidas excesivas, como ocurre por sudoración en el encierro en ambientes caldeados, o su exposición excesiva al Sol, o el mucho abrigo. También, hay que consultar al médico ante signos de diarrea, sobre todo en las épocas calurosas, en que la afección se presenta frecuentemente, o frente a fiebres elevadas que aumentan la sudoración.