lunes, 20 de marzo de 2017

Las más bellas esculturas de todos los tiempos

Estatuas de Moisés

La figura del Moisés, libertador del pueblo hebreo cautivo en Egipto y legislador que, según la Biblia, recibió de Dios en el Monte Sinaí las Tablas de la Ley y los 10 Mandamientos, provocó siempre gran admiración y fue tema preferido por artistas y escritores. Las estatuas más famosas de Moisés son las de Miguel Ángel y de Claus Sluter, que aquí publicamos.




El pozo de Moisés

Claus Sluter fue un escultor de origen holandés que nació en Haarlem, en 1340, y murió en Dijón, Francia, en 1405. Entre sus obras principales figura el Pozo de Moisés, base de un calvario erigido en la Cartuja de Champmol, en Dijón, entre los años 1395 y 1404. Este escultor infundió otra vitalidad al arte gótico, abriendo el camino a las nuevas realizaciones renacentistas.


Detalle de la cabeza de Moisés, de Sluter
Al esculpir la figura de Moisés, Sluter se ajustó a la tradición bíblica occidental:
la frente con cuernos es símbolo de potencia y la doble barba que cae como un río le
confieren un aspecto de fortaleza propia de un guía. 





Estatua de Moisés, por Miguel Ángel

En el año 1505, el Papa Julio II llamó a Miguel Ángel a Roma y le encargó la realización de su tumba, que debía ser grandiosa. Esta obra trajo enormes contrariedades al artista, quien debió luchar no sólo con el pontífice, sino también con sus herederos. El primer proyecto era un gigantesco monumento rectangular compuesto de tres pisos con 40 estatuas. Miguel Ángel en persona marchó a Carrara para dirigir el corte de los bloques de mármol, y allí permaneció ocho meses. Pero al volver a Roma no llegó a un entendimiento con el pontífice, y en 1506 huyó a Florencia. Tiempo después se reconcilió con Julio II, pero los trabajos no se concretaron. En cambio, el Papa le encomendó la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina. En 1513, a la muerte de Julio II, sus herederos retomaron la idea de hacer construir la tumba, y Miguel Ángel trazó nuevos proyectos (seis en total). La titánica figura de Moisés fue esculpida, para el segundo proyecto, entre 1515 y 1516. En realidad, la estatua fue colocada en 1545 en el centro de la tumba, entre las estatuas de Raquel y Lía, en la iglesia de San Pietro in Vincoli, Roma.






Miguel Ángel dio a su obra una extraordinaria fuerza interior. Esta estatua, como otras
del genial artista, es una forma atormentada por la pasión y que no puede quebrantar
la soledad que la encierra en su prisión de mármol. En el Moisés está representado
un hombre cósmico, cuyos símbolos del agua, el fuego y la tierra los encontramos,
respectivamente, en la barba que fluye como un río, en los ensortijados cabellos como
llamas y en la pesadez del manto como la tierra sustentadora. En la cabeza aparecen,
los cuernos, símbolo de potencia.




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