domingo, 28 de abril de 2019

El misterio de la migración de las aves

Uno de los más fascinantes misterios del mundo animal son las migraciones de las aves, que constituyen un fenómeno tan enigmático como apasionante. Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha intentado explicarlo y, para ello ha esbozado las más distintas teorías.
Los hombres de ciencia han estudiado pacientemente las causas que impulsan a algunas aves a emigrar todos los años de una región a otra de la Tierra, afrontando graves riesgos.
para ello se reúnen en grandes bandadas y emprenden el vuelo en busca de lugares más favorables para su vida. A veces los viajes son tan largos, que van de un polo a otro.




De extremo a extremo del continente

Entre las aves más viajeras figuran el charrán ártico, el chorlo dorado y el chorlo pampa. Este último hace su nido en las costas americanas del océano Glacial Ártico, y desde la península de Labrador, en Canadá, emprende viaje hacia el sur, formando grandes bandadas. Generalmente hace un alto en las Antillas y luego prosigue su trayecto sin detenerse hasta que llega, a principios de septiembre, con el comienzo de la primavera, a las pampas argentinas. Allí permanece hasta principios de abril, para realizar nuevamente su viaje de retorno, cuya distancia es de 15.000 kilómetros. Su sentido de orientación es tan admirable, que vuela sin descansar ni de día ni de noche y sin perderse entre ambos hemisferios.



¿Por qué emigran?

Muchos ornitólogos sostienen que las migraciones obedecen a las variaciones de presión y electricidad en el ambiente, pero cuando esta teoría ha querido confirmarse mediante el uso de aparatos de medición ultrasensible, no se han logrado resultados muy positivos. Por otro lado, no se ha podido determinar con qué parte o "aparato" de su organismo las aves pueden registrar esos cambios. También se ha hablado de una "memoria heredada" o de que vuelan en busca de alimentos. Lo cierto es que las explicaciones sobre los viajes de las aves o los intentos de determinar las leyes que den una respuesta científica aceptable han fracasado. Y aún hoy, en que la ciencia ha avanzado hasta llegar a conquistar la Luna, las respuestas a esos interrogantes no han pasado de diversas teorías que, si bien serias, no dejan de ser conjeturas.



Las formaciones de vuelo

Para realizar sus viajes, las aves migratorias adoptan diferentes formaciones de vuelo. Las cigüeñas y las grullas, por ejemplo, vuelan en ángulo, guiadas por un "jefe" de grupo. Cada tanto, el "jefe" es reemplazado por otro compañero. Estas formaciones tienen por finalidad evitar el cansancio y ahorrar la mayor cantidad de energía posible al tener que "cortar" el viento.

Formación en V

Formación en bandada



Las estaciones biológicas y el trabajo de los científicos

Para conocer el rumbo que toman las aves, el tiempo de vuelo que emplean en sus viajes, la altura a que vuelan, las horas en que se desplazan (por la mañana, por la tarde o por la noche) y para reconocer los ejemplares que salen y los que llegan, los científicos utilizan la práctica de colocarles cintas numeradas en las patas. Este trabajo se realiza en lugares llamados estaciones biológicas, que están distribuidas en distintas partes del mundo; allí se capturan las aves por medio de redes, se les colocan las cintas y luego se las deja nuevamente en libertad. En esas estaciones se recogen informes, se reúnen datos y se determinan los viajes de cada especie. Otra forma en que los hombres de ciencia obtienen información sobre las migraciones es realizando expediciones en barco, en avión, a pie, etcétera. 
Así es cómo se ha comprobado que las aves no vuelan, como se creía, en línea recta hacía su destino. Esto es fácil de comprobar viendo las rutas de vuelto. También se ha determinado que las aves migratorias vuelan pausadamente y no desarrollan toda la velocidad de que son capaces. Muchas vuelan a baja altura, siendo muy pocas las que sobrepasan los 1000 metros. Esto se debe a que, más arriba, el aire se enrarece por la falta de oxígeno.
La mayoría de las aves efectúan sus viajes por la noche; la razón que fundamentaría esta preferencia es que con la oscuridad pueden evitar más fácilmente el ataque de sus enemigos y, en cambio, aprovechan la luz del día para buscar alimento.
Muchos son los peligros que acechan a las aves en vuelo, además de sus enemigos naturales. Miles de ellas mueren en cada emigración tratando de sortear tormentas de viento, de nieve o de agua, pero no solo los elementos de la naturaleza pueden determinar su muerte, también los inventados por el hombre, como los rascacielos, los monumentos, los faros, las luces blancas que las deslumbran, etcétera.

El anillo de reconocimiento es una verdadera carta de identidad.
La sigla y el número que allí figuran corresponden a una ficha
individual del ave, donde están todos sus datos: lugar de captura,
peso, dimensiones, etcétera.



La señal de partida 

Además de los datos conocidos y comprobados fehacientemente con respeto a las aves migratorias, hay muchos otros, y tal vez los fundamentales, que aún siguen en el terreno de las conjeturas. ¿De dónde procede la señal de partida? ¿De alguna perturbación atmosférica? ¿De la luz? ¿Al irse acortando los días? No se sabe aún, pero lo cierto es que la fiebre viajera ataca no sólo a las aves que están en libertad sino a las recluidas en jaulas, que nunca estuvieron libres. Comienzan a aletear intranquilas tras los barrotes, y si se les abre la jaula... ¡vuelan sin error por la ruta prefijada, como en pos de algún rastro desconocido aún para nosotros, hasta la otra mitad del globo terrestre!

Mapa que indica las migraciones de las aves.
Aquí están señalados los extensos viajes que
realizan, algunos de ellos casi desde un extremo
hasta el otro de la Tierra.
Fuente: By L. Shyamal




El zarapito

El capitán Cook, en 1769, encontró a este animal en Tahití, una isla del Pacífico Sur; cinco años más tarde, el mismo pájaro fue visto en la costa de Alaska. Desde entonces hasta casi 1950, los científicos no estuvieron muy seguros del largo viaje de esta ave zancuda, el zarapito, que volaba desde Tahití hasta Alaska para criar allí a sus hijuelos. 

Zarapito real



Los chorlitos dorados de América

Los chorlitos dorados de América, que tienen su patria entre la península del Labrador y Alaska, emprenden su viaje en otoño, pero toman distintos rumbos. Los que anidan en la parte oriental se dirigen hasta Escocia y luego siguen la corriente cálida del Golfo hasta Guayana. En este trayecto a través del mar recorren ¡más de 3000 kilómetros sin descansar!. ¡Un viaje realmente agotador! Sin embargo, para ellos no parece ser así porque continúan su itinerario cruzando los países sudamericanos de Venezuela, Brasil y Chile hasta la Patagonia. En marzo vuelan de regreso al norte, pero siguen una ruta distinta de la que tomaron en otoño; en lugar de volar sobre el Atlántico lo hacen a través del continente, con rumbo noroeste, cruzando luego el golfo de México y siguiendo hasta Canadá.
Los chorlitos que hacen sus nidos en la parte occidental de Canadá vuelan hacia Hawaii; luego de un corto descanso siguen por el sur del Pacífico hasta Australia y de allí a Nueva Zelanda y Nueva Guinea.

Chorlito dorado



Casi de polo a polo

¡Así es! De polo a polo es él largo camino que recorren las cigüeñas de Escandinavia. Van hacia el sur siguiendo los ríos de Alemania, llegan al Mar Negro, atraviesan el estrecho del Bósforo, siguen por la costa de Asia menor, luego el curso del río Nilo y llegan a Etiopía. Aquí descansan y después continúan a lo largo de África oriental hasta el desierto de Kalahari. Si nos tomamos el trabajo de observar el mapa, comprobaremos que han recorrido casi, media circunferencia.



Desde el minúsculo colibrí hasta el pájaro bobo

El colibrí, tan minúsculo que algunos ejemplares no llegan a pesar dos gramos, es sorprendente en cuanto a su resistencia y la energía de que hace gala. Batiendo sus alas frenéticamente, unas 50 veces por segundo , vuela 2000 kilómetros sobre el mar. El colibrí de garganta roja cruza el golfo de México recorriendo más de 700 kilómetros.
La cigüeña blanca arriba a El Cairo a fines de agosto; en septiembre está en Sudán; en octubre en la región de Transvaal y en noviembre en KwaZulu-Natal (Sudáfrica).
La codorniz , que no es buena voladora porque tiene sus alas cortas como las de las gallinas, en invierno vuela sobre el mar Mediterráneo.
También los pájaros bobos emigran. Los de Adelia, que anidan en la Antártida, en el otoño van hacia el norte. Aunque no pueden volar, sí pueden nadar, y pasan el invierno en el mar. Cuando llega la primavera caminan más de 100 kilómetros sobre las aguas congeladas, hasta llegar al lugar donde anidan. El pájaro bobo Emperador también anida en la Antártida, pero en otoño camina hacia el sur y anida en plena noche polar, criando a sus pequeñuelos en lo más frío del invierno ártico. ¡Es admirable la facultad de orientación de las aves migratorias, que no equivocan jamás sus rutas de viaje!

Colibrí




Pingüino
(Antes se le decía pájaro bobo juanito)




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