martes, 23 de junio de 2015

Cuando una frase se hace célebre

"Todo lo llevo conmigo"

En ocasión de estar sitiada la ciudad de Priene con el ejército de Ciro (siglo VI a. de C.), todos sus habitantes trataban de escapar, llevándose la mayor cantidad posible de objetos de valor. El único que permanecía ajeno a tales preocupaciones y ansiedades era el filósofo Bias -uno de los siete sabios de Grecia-, quien al ser interrogado por su actitud, contestó: "Todo lo llevo conmigo". Palabras que por supuesto, no conmovieron demasiado a sus compatriotas.





"La suerte esta echada"

Para proteger a Roma de los soldados de las Galias, las leyes romanas prohibían severamente el paso del Rubicón -pequeño río que separaba Italia de la Galia Cisalpina-, y consideraban "traidor a la Patria" a quien atravesara con tropas dicha vía de agua. Encontrándose Julio César con ese problema (pasar el Rubicón para marchar sobre Roma), cuanta Seutonio que se decidió al fin, exclamando: "La suerte está echada". Y la frase se repite cuando alguien toma una determinación atrevida y decisiva al acometer una empresa peligrosa.





"Los laureles de Milciades no me dejan dormir"

Humanos al fin, también los grandes guerreros han sentido alguna vez algo de celos o envidia a causa del triunfo logrado por otro compañero de armas en los campos de batalla. Y cuando el general Milciades derrotó a los persas en la batalla de Maratón (siglo VI a. de C.), el general Temístocles se hartó de escuchar los interminables elogios hechos a su colega y declaró a sus amigos: "Los laureles de Milciades no me dejan dormir".





"Como no se leer, colócame una espada"

De pronto, cuando trabajaba en una estatua del Papa Julio II, Miguel Ángel se encontró con el problema que ha preocupado a muchos pintores y escultores: encontrar un objeto para poner en la mano de los modelos. Y cuando el genial artista le preguntó si le parecía bien que lo viesen sosteniendo un libro, el pontífice respondió: "No, nadie lo va a creer. Como no sé leer, colócame una espada".



martes, 9 de junio de 2015

El saber "si" ocupa lugar

Desde los albores de la humanidad las distintas civilizaciones se preocuparon por conservar los conocimientos adquiridos y transmitirlos a sus descendiente, primero en forma oral y luego escrita. Este "saber" de la humanidad ocupa, en libros y publicaciones de diverso tipo, un inmenso espacio material, desmintiendo el antiguo proverbio que dice que el saber no ocupa lugar.


Bibliotecas en las rocas

Ampliando un poco el significado del término, podemos llamar "bibliotecas" a todos aquellos lugares donde se han conservando documentos escritos. Sin duda, las primeras bibliotecas fueron las paredes de las cavernas, donde los hombres de la Edad de la Piedra, hace más de 30000 años, dibujaron y grabaron, con maravillosos trazos y sorprendentes colores, animales de su época (bisontes, renos, tigres, etc.), hombres y mujeres, tal como los veían sus primitivas mentes, y escenas de caza, de pesca, de trabajo y de festejos. Ejemplos magníficos son las cuevas de Altamira en España, Lascaux en Dordoña, Francia, o Addaura en Palermo, Italia.


Bisonte, Cueva de Altamira, España.



Cueva de Lascaux, Francia.



Cueva de Addaura, Italia.


Las paredes que hablan

Con el andar del tiempo, ya asentado en ciudades situadas en las cuencas de los grandes ríos del Oriente Medio (Tigris, Éufrates y Nilo) que regaban los cultivos y cuyas crecientes periódicas fertilizaban los campos, el ser humano -hace 6000 o 7000 años- cambió lentamente los dibujos de las cosas por otros esquemáticos que representaban, al principio, directamente los objetos (por eso se llama escritura pictográfica). Luego, esas representaciones pasaron a ser, en realidad, los símbolos de las palabras utilizadas para designar los objetos,pero que pueden servir para distintos usos (como, por ejemplo, aun en nuestro idioma, vela significa la tela que mueve un barco, o una bujía para iluminar, o estar despierto); esta escritura es la jeroglífica de los egipcios o de los mayas en América Central. Por último esos caracteres esquemáticos ya ni siquiera representaban lo que dibujaban, sino sólo su forma puramente fonética (es decir, la pronunciación oral), constituyendo la escritura ideográfica, ampliamente extendida en los pueblos del Oriente.
Conocemos toda esta variedad de escrituras, así como las cosas que relatan, cuando ha sido posible descifrarlas, gracias a que babilonios, sumerios, egipcios, mayas y otros pueblos las estamparon en las paredes de sus monumentos funerarios y sus palacios. De esta manera tumbas egipcias y galerías de sus pirámides aparecen, a nuestros atónitos ojos, totalmente cubiertas por los relatos de la historia de sus reyes, leyendas, hechos notables, en escritura jeroglífica, cuya extensión total, si la sumáramos, ocuparía centenares de kilómetros de paredes.


Escena de adoración del faraón Akhenatón al
dios Atón, en una estela procedente de Amarna
(1364-1347 a. C.) El Cairo, Museo Egipcio.


Piedra de Rosetta, fue encontrada en 1799 durante
la expedición de Napoleón a Egipto y que permitió
a Champollión descifrar los jeroglíficos en 1832.

Rollos de Papiro

Para esa época, ya los egipcios habían desarrollado el papiro, una especie de papel grueso muy primitivo pero resistente, obteniendo de las hojas de una variedad de juncos, precisamente el papiro, que crece en el delta del río Nilo. Sobre él escribieron sus jeroglíficos y, más adelante, sus palabras en alfabeto demótico (a través del cual fue posible descifrar los jeroglíficos) 
Estas escrituras se conservaron en rollos en la antigua biblioteca de Tebas o en la de Alejandría, que llegó a tener más de 400000 volúmenes y fue parcialmente destruida por César en el año 47 a. de C.
Los griegos y los romanos escribieron también en estos rollos los conocimientos compilados por sabios y filósofos, como Aristóteles, Pitágoras y muchos otros.




El pergamino

Durante la Edad Media, los conocimientos encontraron refugio en los monasterios, donde sus depositarios, los monjes (casi las únicas personas que sabían leer y escribir), los transcribían a mano en primitivos papeles y sobre pergaminos, que son cueros de animales o vejigas de cerdo o cabra especialmente procesados.
Otro tanto hicieron los filósofos, médicos, poetas e investigadores en la corte de los califas árabes, que en los momentos de su máximo esplendor y expansión ocuparon parte de Europa; hasta que en 1641 el califa Omar mandó a quemar la biblioteca de Alejandría por considerarla pecaminosa, ya que creía que el Corán era el único libro de valor, y allí se perdieron, irreparablemente, grandes cantidades de obras filosóficas, poéticas y científicas de la antigüedad.



 


Las dos miniaturas de la época medieval muestran a monjes
que, en ese tiempo, se ocupaban de copiar a mano los libros.

Por fin, la imprenta

Durante el Renacimiento vuelve a popularizarse la enseñanza de la escritura y la lectura, gracias al perfeccionamiento del papel y a la difusión de la imprenta (de origen chino, pero perfeccionada en Europa por Johannes Gutenberg hacia 1446). Las publicaciones de libros se hicieron más fáciles y se fueron extendiendo a todos los confines del mundo conocido por aquellos días. Las bibliotecas ocuparon lugar de importancia en los palacios de los poderosos señores del Renacimiento, como el elocuente ejemplo del magnifico proyecto y construcción que llevó a cabo el genial Miguel Ángel para la biblioteca del palacio de los Medici, en Florencia.



Imprenta de Gutenberg



El enorme espacio dedicado a las bibliotecas 

Desde que un simple código, el alfabeto, hace tan sencilla la transmisión de ideas y conocimientos a través de la escritura, éstos se han acumulado en libros, revistas, diarios, artículos y otras mil formas de difusión, cuyo número ha crecido fabulosamente con el perfeccionamiento técnico del papel y de las imprenta rotativa, a extremos tales que, en la actualidad, para un solo tema (por ejemplo, el cáncer) se publican más de 70000 revistas, folletos y libros en un solo año, lo que suma tantas páginas como para llenar un enorme edificio de archivos.
Las bibliotecas comenzaron a organizarse sobre la base de los archivos de publicaciones completas, de todas las disciplinas, libros y revistas, confeccionando fichas de cada artículo, que se archivan por autores, temas, materias, etc., lo que permite su ubicación y consulta en breve tiempo y con precisión. Estas bibliotecas generales van siendo reemplazadas por otras donde solamente una parte de la ciencia, la técnica o el arte es archivada y clasificada; por ejemplo, bibliotecas de veterinaria, de historia, etcétera.



Biblioteca de Menéndez Pelayo, España



Las montañas de escritorios

Como las publicaciones siguen creciendo y ocupando cada vez más vastos lugares, se están ideando medios para ahorrar espacio. Así comenzaron a publicarse índices que contienen solamente resúmenes de los artículos publicados sobre un tema, durante el año inmediato anterior; más útiles aún han resultado los archivos fotográficos: pequeñas transparencias o "slides" de las páginas de los artículos que se pueden archivar en poco espacio y consultar a través de un visor luminoso.
Actualmente se está empleado la técnica del microfilm, con la cual, en un minúsculo rollo de película, se puede guardar libros enteros y pueden ser pasadas a voluntad en una microcabina cinematográfica. La clasificación y codificación de estas inmensas cantidades de material escrito sólo son posibles con la ayuda de computadoras electrónicas*.


*Durante los años 70. Desde los 90 y hasta ahora (2015) hay muchísima más información en muchas páginas de internet, como este humilde blog, sobre todos los temas habidos y por haber.