miércoles, 15 de marzo de 2017

Cuando una frase se hace célebre

"Átame un hilo al dedo, para no olvidarme..."

Francesillo de Zúñiga, bufón de Carlos V, era muy envidiado y temido por los cortesanos del emperador. Envidiado porque sabía leer y escribir correctamente, y temido porque no era fácil librarse de sus burlas y sátiras malintencionadas. Víctima de un atentado criminal, agonizaba Francesillo en su lecho, cuando otro bufón del palacio le dijo: "Cuando vayas al Cielo y veas a Dios, háblale bien de mí. ¡Dile a Dios que yo soy buen cristiano! ¡Y dile a Dios que yo soy un gran defensor de la Fe, y que siempre voy a misa! ¡Y dile a Dios que..." Pero el moribundo interrumpió su discurso, y extendiendo una mano le dijo: "Oye, no sé si podré recordarlo... ¡átame un hilo en el dedo, para no olvidarme!"
Representación de un bufón.





"Un emperador debe morir de pie"

Muchos biógrafos e historiadores coinciden en destacar los méritos de Tito Flavio Vespasiano, emperador de Roma durante el decenio 69-70 de la era actual. Durante ese lapso logró pacificar la Judea e introducir importantes reformas en la justicia, fomentó las artes y las ciencias y ordenó la construcción del Coliseo... Sintiendo próximo el fin de su vida, pidió a sus amigos que le ayudasen a levantarse del lecho, explicando con firmeza: "Un emperador debe morir de pie".
Se dice que al conocer esa frase, un contemporáneo de Vespasiano comentó: "Es mucho mejor vivir de pie y morir acostado".
Tito Flavio Vespasiano.




"¿Y dónde voy a encontrar otro pintor como Goya?"

Pintor, retratista, grabador, caricaturista, decorador, aficionado a los toros y aguafuertista, don Francisco de Goya y Lucientes vivió con no pocas emociones durante 84 años y llegó a desatar una guerra de celos entre la duquesa de Alba y la duquesa de Osuna. Alarmado el rey por la agresividad de tal contienda, ordenó el destierro de la duquesa de Alba, y entonces don Francisco de Goya hizo causa común con la condenada, resolviendo desterrarse con ella. Frente al escándalo que produjo en la corte la resolución de Goya, un ministro adulón le sugirió al monarca: "Dejadlo que se vaya, señor. No le hagáis caso". Pero el rey le repuso: "¿Dejarlo ir, dices? ¿Y dónde voy a encontrar otro pintor como Goya?".
Carlos IV de España.




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