viernes, 1 de mayo de 2015

De la vida misma

Humildad

Filipo II, rey de Macedonia, padre de Alejandro Magno, se había propuesto engrandecer a su patria, conquistar y unificar a Grecia para marchar luego contra el imperio persa. Los griegos estaban divididos, y Filipo se valió de intrigas para sojuzgarlos. Después de la victoria de Queronea se mostró tan envanecido y orgulloso de su acción, que su actitud fue censurada por los mismos jefes que lo habían acompañado en la batalla. Sin embargo, Filipo, a pesar de su vehemencia, era un hombre reflexivo: pasado el primer momento de soberbia, comprendió que los sucesos, prósperos de la fortuna no deben enorgullecer a los hombres y que éstos deben ser siempre humildes, aun en las horas de mayor gloria. Por eso, a fin de evitar que el orgullo le hiciera cometer nuevos errores, ordenó a un esclavo que todas las mañanas se encargara de despertarlo diciéndole:"¡Levántate, oh rey, y piensa que no eres más que un miserable mortal!¡Tu verdadera gloria está en la virtud con que gobiernes y en la justicia de tus decisiones!".


Filipo II de Macedonia

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