martes, 5 de mayo de 2015

Franz Peter Schubert

El hombre que hizo de su vida una... canción

Franz Schubert, según un retrato juvenil que se conserva
 en el Museo que le está dedicado en Viena, Austria.

El talento musical no tiene siempre las mismas características, y así como a Beethoven lo podemos representar como un río tempestuoso, que ni aún en plena paz pierde su fuerza vital, Schubert es un dulce y tímido manantial cristalino, de puras melodías, reflejo de lo que en realidad fue su vida: un permanente canto de amor a la naturaleza, al amor y a Dios.

El pequeño Franz

En el año 1797, en un humilde hogar de Austria, nace Schubert, quien bajo la dirección musical de su padre y de su hermano mayor aprende, con asombrosa facilidad, el piano y el violín. A los 7 años ya estudiaba con el maestro Michael Holzer, quien le enseña canto, órgano, teoría y lo perfecciona en el piano y el violín. Pero poco tiempo después el maestro, admirado ante la capacidad de su genial alumno, declara: "Es increíble. No sólo ya no tengo más nada que enseñarle sino que ahora es él quien puede darme lecciones a mí".
Pero al pequeño Franz, que ya tiene once años y trabaja como primer cantante en el coro de Lichtenthal, al no encontrar quien pudiera enriquecer sus conocimientos y agotadas todas las posibilidades de progreso que le ofrece el medio ambiente, superará con ingenio y talento, y gracias a su maravillosa inspiración, algunos baches en su formación musical, a tal punto que exactamente tres semanas antes de morir estaba decidido a tomar lecciones de contrapunto para resolver algunos problemas técnicos que él siempre había sorteado con fluida habilidad.


Los años felices

Franz Schubert era de naturaleza débil, pequeño, y de una acentuada miopía. Jamás le gustó presentarse ante numerosos auditorios con el fin de hacer conocer sus obras (ya a los 16 años había escrito su primera Sinfonía y gran cantidad de obras y canciones juveniles) sino que prefería la reunión íntima de amigos muy queridos, quienes no sólo admiraban al artista sino que, por su sensibilidad, podían captar la delicada belleza de sus composiciones.
Su talento era un verdadero pájaro libre y despreocupado al que jamás nadie pudo encerrar dentro de una disciplina metódica. Y así, el admirado Schubert no buscó la gloria en otros países, sino que se contentó con alegrar su vida y la de sus inseparables amigos, con quienes deambuló feliz viviendo en constantes apremios económicos, a tal punto que muchas veces prefirió comprar papel de música para escribir sus obras en lugar de alimentos.
Salieri, que diez años antes había sido maestro de Beethoven, trató de guiar musicalmente al poco disciplinado Schubert, quien al mudar la voz debió abandonar el coro y trabajar como maestro de escuela. 
El año 1815 fue el más productivo de Schubert, ya que escribió dos sinfonías, abundante música sacra y de cámara, y más de 150 "lieders" (canciones para canto con acompañamiento musical, generalmente de piano), género musical en el cual no solo fue el más brillante exponente, sino que demostró la real dimensión de su capacidad creadora.




Su gran fortuna: los amigos

Durante el año 1816, y gracias a su generoso amigo Schober, quien le facilitó alojamiento totalmente gratis en su casa, pudo dedicarse, sin problemas económicos, a componer. Y así fue cómo, mostrándose extraordinariamente prolífico, compuso dos sinfonías (la Cuarta y la Quinta), una ópera y más de cien "lieders". Durante las apacibles reuniones, junto a sus queridos amigos, hacía conocer sus nuevas composiciones, al mismo tiempo que ejecutaba obras de Haydn, Mozart y Beethoven.
A diferencia de otros grandes músicos, las composiciones de Schubert jamás abandonaron ese clima íntimo, y sólo en 1818 una obra orquestal suya fue estrenada para el gran público. El conde Esterházy, gran mecenas de Haydn, lo nombro profesor de música de sus hijas y le proporcionó un agradable veraneo en su residencia de Hungría. 
Otro gran amigo suyo y admirador de su talento, el famoso barítono Vogl, recorrió el norte de Austria, en una gira plena de éxitos, dando a conocer gran cantidad de sus extraordinarios "lieders". Vogl, que por ese entonces no sólo era muy popular sino que tenía grandes amigos en la nobleza, consiguió hacerle estrenar sus dos óperas: Las hermanos gemelos y El arpa mágica, obra, esta última, cuya obertura, titulada Rosamunda, es una verdadera joya musical y aún en la actualidad goza del favor de todos los públicos. 
Nuevamente bajo la protección de la familia Esterházy, Schubert siguió componiendo. Luego pasó a vivir a Viena, donde produjo algunas de sus obras maestras: el Cuarteto de cuerdas en Re Menor (La Muerte y la Doncella), Tríos para piano, y la gran Sinfonía en Do Mayor. Su célebre Sinfonía en Si menor, llamada Inconclusa, la había compuesto en el año 1822 y, como una enigma más de los muchos que nos presenta la vida de los grandes genios, jamás fue terminada por él.

Joseph Haydn.




Johann Michael Vogl

Valoración 

La real valoración de la obra de Schubert no la podemos medir, paradójicamente, en grandes obras, sino en aparentemente simples melodías "¡quién no recuerda su magistral Ave María, su Momento Musical, etc.!), ya que él supo mostrar con pocas notas toda la grandiosidad de su talento y de su pura inspiración, logrando una de las metas más arduas de alcanzar en arte: la difícil sencillez.
Atacado de fiebre tifoidea, murió en 1828, cuando sólo contaba 31 años de edad, pero aunque era demasiado joven, dejó una obra musical realizada con madura maestría. 



Lo mejor de Schubert: 


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