"¡Y sin embargo se mueve!"
El 22 de junio de 1633, a los 70 años de edad, frente a las autoridades reunidas en el Palacio Minerva, en Roma, Galileo Galilei fue obligado a firmar una declaración reconociendo que "es el Sol el que gira en torno a la Tierra, mientras la Tierra está quieta y no se mueve". Terminado el juicio, se le advirtió al sabio "la conveniencia de abandonar sus teorías acerca del movimiento de la Tierra", y es entonces cuando Galileo insistió con terquedad: "¡Y sin embargo se mueve!".
Han pasado más de 340* años, y es curioso comprobar que siempre recordamos a Galileo, pero nadie conoce el nombre de sus torturadores.
Galileo Galilei, Justus Sustermans, 1636. |
"¡O César o nada!"
Con el afán desorbitado de adularlo, esta frase era repetida con tanta frecuencia por los cortesanos de César Borgia, que llegó a ser la divisa de aquel personaje tan cruel, desleal y licencioso de la de la Italia del siglo XV. Tratándose de cortesanos y aduladores, puede explicarse hasta cierto punto tal obsecuencia; lo lamentable es que junto a quienes gritaban "¡O César o nada!" estaba también Nicolás Maquiavelo, quien no vaciló en calificar al déspota como "El hombre más grande de su tiempo". ¡Y ya en tren de elogios no titubeó en ponerlo como héroe en su libro "El Príncipe"!
Nicolás Maquiavelo, Santi di Tito, siglo XVI |
César Borgia, Altobello Melone, siglo XVI. |
"El que no es conmigo, contra mí es"
Los evangelistas San Mateo y San Lucas refieren que "habiéndole traído a Jesús un endemoniado ciego y mudo, éste le sanó de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba". Pero algunos fariseos que estaban presentes quisieron empañar el milagro, diciendo: "Este no echa afuera los demonios, sino Belcebú, príncipe de los demonios". Y Jesús, como sabía los pensamientos de ellos, les dijo: "El que no es conmigo, contra mí es". Y agregó: " Y el que conmigo no recoge, desparrama".
Mosaico con una representación de Jesús de Nazaret, existente en la antigua Iglesia de Santa Sofía, 1280. |
"¿Hubieran preferido verme morir culpable?"
Acusado de corromper a la juventud con sus doctrinas, el filósofo Sócrates permaneció en una prisión durante treinta días, recibiendo a sus amigos y dialogando con tanta impasibilidad como cuando se reunía con ellos en las calles de Atenas. Llegó, al fin, la sentencia, y Sócrates se dispuso a beber la cicuta con la mayor tranquilidad, entonces, viendo que varios de los presentes daban muestras de dolor y lamentaban ese fallo que condenaba a un inocente, Sócrates les dijo: "¿Hubieran preferido verme morir culpable?".
Sócrates |
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