domingo, 19 de abril de 2015

Cuando una frase se hace célebre

"Decíamos ayer..."

Denunciado por algunas observaciones capciosas referentes a su traducción de El Cantar de los cantares, fray Luis de León fue separado de su cátedra en la Universidad de Salamanca y estuvo preso en la cárcel de Valladolid entre los años 1572 y 1576. Recobrada su libertad y reconocida su inocencia, pudo volver a la Universidad, despertando gran expectación, pues todos los alumnos y amigos esperaban que el poeta tuviese palabras de reproche por las penurias pasadas... Pero fray Luis de León no dio importancia alguna a lo sucedido y empezó su clase con estas palabras: "Decíamos ayer...". ¿Buen ejemplo para tantos que se han quejado mucho más, habiendo sufrido mucho menos!





"¡Zapatero...no más arriba que el zapato!"

Cuenta Plinio el viejo que Apeles hizo el retrato de cierto ateniense, pero al terminar la obra tuvo dudas acerca de algunos detalles del calzado, y entonces pidió la opinión de un zapatero amigo. Muy halagado, el zapatero señaló varios defectos que el pintor corrigió de inmediato; eso alentó la vanidad del artesano, que enseguida hizo más indicaciones relacionadas con la vestimenta, el cuerpo, detalles de la luz, expresión del rostro, etcétera. Entonces, Apeles frenó sus entusiasmos diciéndole rotundamente: "¡Zapatero... no más arriba que el zapato!".
Lo malo es que pintores como Apeles hubo pocos en el mundo; en cambio, abundan los que dan opiniones sin conocer ni siquiera los rudimentos del tema que se trata.
Pintura mural de Pompeya donde se cree que se
 representa la 
Venus Anadiomena del pintor Apeles





"¡Mi reino por un caballo!"

Alguna vez, al referirse a personas deshonestas y ambiciosas que están dispuestas a darlo todo cuando se trata de salvar la vida, suele recordarse a Ricardo III de Inglaterra y a su derrota en la batalla de Bosworth, el 22 de agosto de 1485. Refiérese de aquel rey sin escrúpulos (había hecho asesinar a Eduardo V y a Ricardo de York), al encontrarse solo, desmontado y sin medios para escapar, se vio dominado por el pánico y gritó con desesperación: "¡Un caballo, un caballo! ¡Mi reino por un caballo".
Claro está que, como siempre, ya era tarde para hacer ofertas...

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