viernes, 10 de febrero de 2017

En el verde mundo de las plantas

Las plantas cumplen 2 mil millones de años. Los primeros ejemplares no se parecen
a lo que comúnmente llamamos plantas y eran microscópicos.
 Entre los vegetales más antiguos se encuentran los helechos.



Las plantas terrestres existen desde hace millones de años. Pero sólo cuando el hombre del período neolítico, en el Oriente Medio, descubrió hace unos 10.000 años ciertas hierbas que podía cosechar, y plantó sus semillas, sólo entonces se dio el primer paso para su conocimiento. A ese saber utilitario siguió uno más desinteresado, nacido de la curiosidad, y uno y otro dieron por resultado la aparición de la Botánica, ciencia que muchos, muchísimos siglos después -en el siglo XVIII, para ser más precisos-, comenzaría a ocuparse principalmente de catalogar y nombrar las plantas.



Monótonamente verde

Pero, ¿cuándo comenzaron a desarrollarse las plantas terrestres? Aparecieron, según los restos fósiles más antiguos, hace unos 420 millones de años. A lo largo de las costas y en regiones húmedas de un mapa de la Tierra que no podemos precisar, existía una vegetación bien desarrollada hace 390 millones de años. Estaba constituida por las llamadas plantas vasculares (con sistemas de tuberías internas), que se reproducían por esporas microscópicas a falta de flores. Fueron los helechos como árboles y las gigantescas licopodiáceas.
El mundo era monótonamente verde porque las plantas no habían "inventado" los colores de los pétalos.



Exploradores botánicos 

Para asomarnos al mundo verde y colorido que nos rodea y convertirnos en exploradores botánicos, nos bastan nuestros sentidos. Todos nuestros sentidos. Cuando pasamos junto a una planta, miramos; pero también podemos olerla (y así lo hacemos a veces), y aun desmenuzarla, sintiéndola al tacto, ¡y hasta la degustamos!
Contra la creencia del peligro de las plantas venenosas hay que decir que muy pocas los son, y esto en el caso de que se mastiquen y traguen (las setas, por ejemplo). Son, sí, amargas, pero esto se contrarresta pasando la lengua por el borde de la hoja o tallo cortados.
La menta se reconoce por el olor. El anís por el olor y el gusto, los mismo que el apio. Si se desmenuzan hojas de cerezo silvestre se comprobará que, transcurrido un momento, se huele el tipico olor de las almendras amargas, olor liberado por un proceso químico en la hoja. Pero es el sentido de la vista, seguramente, al mejor auxiliar.



La clasificación de Linneo

De su inteligencia y sus ojos se valió Linneo,el gran botánico sueco del siglo XVIII, para legarnos una clasificación de los vegetales que todavía utilizamos. Comprobó que el número de estambres de una flor es igual para el mismo tipo de plantas. Por ejemplo: toda flor de la familia de los narcisos y toda flor de las de la flor de lis (amarilidáceas) poseen seis estambres, y toda flor de las de la familia de verbena (verbenáceas), cuatro, y toda flor de las de la familia de los lirios (iridáceas), tres. Y siempre así. Pero el perspicaz naturalista dio cuenta en seguida que su método de identificación no era "natural". Las plantas con el mismo número de estambres resultaban las menos íntimamente relacionadas entre si, o al revés.
Un nuevo ejemplo aclarará lo anterior. La menta, ya citada, con su fuerte olor, sus hojas opuestas, su tallo cuadrado, su flor bilabiada y sus cuatro estambres, está muy emparentada con la salvia, que comparte todas esas características... ¡y tiene dos estambres!
Un modo más natural es el de clasificar las plantas por su ascendencia y desarrollo evolutivo. Y éste es el sistema generalmente aceptado hoy día, aunque para la descripción externa y otros caracteres siga usándose el de Linneo.
Planta de menta




El botánico sueco Carl Linneo, que efectuó la clasificación que
aún se mantiene.  



A partir de las algas

Se da por sentado que las plantas más sencillas productoras de oxígeno son las algas. Las hay verde-azuladas, organismos diminutos que se desarrollan en agua dulce y fornan esa espuma verde oscura en los estanques; las hay verdes, de agua dulce y salada, que aparecen flotando o adheridas a cualquier materia; las hay de color pardo  a las que pertenece el gigante Macrocystis pyrifera, la mayor alga marina que se conoce, y las hay, finalmente, rojas, que habitan también en el mar.
Y aquí aparecen seres, como el Volvox, colonia de células verdes flageladas, que son algas pluricelulares, a diferencia de las anteriormente citadas, que los zoólogos consideran animales y los botánicos vegetales.
Los líquenes constituyen también, como las algas, un notable grupo de plantas primitivas. Forman costras de color sobre la superficie de las rocas o aparecen recubriendo la corteza de los árboles. Son, en verdad, dos plantas distintas; una alga y un hongo. Constituyen una asociación en la cual el alga facilita energía procedente de la luz solar para el "socio" que provee alimento mineral.

Macrocystis pyrifera, es una alga parda gigante que habita en la costa del
Pacífico de América del Norte, así como en las costas de los mares del sur,
 en América del Sur, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda.



Plantas con semillas

Al hablar de algas, líquenes y hongos parece que no estuviéramos hablando de plantas o, al menos, de lo que entendemos por ellas: árboles, arbustos y hierbas.
Cuando surgieron los helechos gigantescos a que hemos hecho alusión, dijimos que las flores no habían aparecido sobre la superficie terrestre.
Fue necesario que las plantas "comprendieran" que las esporas de que se valían para reproducirse eran ineficaces para que comenzaran a elaborar la semilla o recipiente con buena provisión de alimento para la planta joven. Cuándo ocurrió esto, no lo sabemos. Pero las primeras plantas con semillas que han sobrevivido son las coníferas, que estaban tan bien adaptadas a las condiciones de la Tierra con esa "invención", que en sus 300 millones de años de existencia apenas si han experimentado cambios en su evolución.
Tuvieron que transcurrir unos 150 millones de años más desde este hecho para que aparecieran las primeras fanerógamas o plantas con flores.

Las coníferas fueron las primeras plantas que se reprodujeron por medio de
semillas. Fueron un triunfo de la evolución, pues se encuentran en gran número
en diversas regiones del planeta. En la imagen de la derecha: Piñas de abeto. 



La aparición de la flor

El pino, que es una conífera nos servirá de ejemplo para la transición a la flor, ha elaborado una piña para hacer posible la semilla. La tal piña no es otra cosa que una serie de hojas o brácteas especializadas, que permiten la fecundación de la macrospora, que será la semilla origen de la nueva planta.
El cambio fundamental se produjo cuando aparecieron en escena los insectos, y las plantas comenzaron a desarrollar gran cantidad de flores para atraerlos, ya que ellos resultaron decisivos para el acarreo del polen, y, por tanto, para la fecundación.
Ya ante las fanerógamas (insistimos: las que tienen flor), la clasificación atiende al modo en que están colocadas las semillas. Si están ocultas, reciben el nombre de gimnospermas; si el proceso de reproducción se hace visible (flores, polinizacion, fruto), el de angiospermas. Estas se dividen en dicotiledóneas y monocotiledóneas, según la semilla se componga de dos mitades, como en la alubia o poroto, o se forme una sola masa que almacena el alimento, como el arroz.


Clasificación del reino vegetal.
Clasificar las 375 mil especies de plantas vivientes es una tarea muy compleja
y se han propuesto diversas clasificaciones, La que aparece aquí deriva de la
creada por Linneo. Las criptógamas son plantas sin flores y con reproducción
oculta. A ellas pertenecen las talofitas (bacterias, algas, hongos y líquenes),
briofitas (musgos), y pteridofitas (helechos). Las fanerógamas o plantas con
flores comprenden 250.450 especies.


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