jueves, 16 de febrero de 2017

Alejandro Magno

El conquistador más joven del mundo

En la primavera del año 334 antes de Cristo, Alejandro, un joven general de 22 años, al frente de un poderoso ejército, cruzaba el Helesponto y desde su nave arrojaba su lanza a tierra como símbolo de declaración de guerra al imperio persa. Al pisar el Asia Menor se dirigió hacia Troya y allí ofreció un sacrificio a la diosa Palas Atenea, protectora de los griegos. Luego depositó sendas guirnaldas en las tumbas de Aquiles y de Patroclo, los héroes de la "Iliada", el poema de Homero, queriendo significar la continuidad de la lucha heroica entre los pueblos de Europa y Asia.
¿Quién era este joven que se atrevía a hacer frente al más grande imperio organizado hasta entonces? Hijo de un rey (Filipo de Macedonia) y de Olimpia (princesa de Epiro), Alejandro se consideraba descendiente de Heracles, el semidiós de fuerza extraordinaria, y de Aquiles, el héroe griego. En su alma se mezclaban de manera extraña el aspecto griego, "civilizado", con su naturaleza primitiva, "bárbara". Pocas personalidades son tan contradictorias como la de Alejandro Magno, general osado y valiente, capaz de, dirigir una de las campañas más grandes de todos los tiempos y de fundir en un vasto imperio las más antiguas civilizaciones del mundo.

Detalle de un mosaico encontrado en la ciudad de Pompeya,
 Italia, que lo representa durante la batalla de Iso.



Un niño prodigio

Alejandro nació en Pela, capital de Macedonia, en el año 356 antes de Cristo, y el mismo día su padre, Filipo, recibió la noticia de un triunfo sobre los griegos. Esto fue interpretado por los adivinos como un augurio de que el niño sería invencible. Al crecer demostraba sus extraordinarias dotes: se distinguía en los juegos, era un jinete excepcional, capaz de dominar a Bucéfalo, un brioso caballo que nadie se atrevía a montar, y, al mismo tiempo, mostraba gusto por las letras y las artes.  A los trece años tuvo como preceptor al famoso filósofo griego Aristóteles, quien acrecentó su amor por lo helénico.
Filipo había trazado un ambicioso plan que consistía en organizar el reino macedónico y darle salida al mar, conquistar a Grecia y luego marchar contra el imperio persa. En la realización del mismo puso todo su valor y su astucia. En el año 338 a. de C., logró el triunfo de Queronea, en donde se destacó el joven Alejandro al frente de la caballería. Éste tenía solo 18 años y fue tan valiente militar como hábil diplomático, pues consiguió la paz en base a las condiciones que el impuso.

Una pintura de Domenichino lo muestra perdonando a una joven tebana. Cuando
tomó a Tebas y dominó a Grecia, destruyó la ciudad, pero ordenó salvar la casa
del poeta Píndaro.




El joven rey

En el año 337 antes de Cristo, Filipo contrajo nuevo matrimonio. Durante la celebración de la boda, un general ebrio brindó por el futuro hijo que nacería de esa unión como "legítimo heredero del trono". Alejandro, enfurecido, lo increpó. Filipo se dirigió para separarlos, pero a causa de la bebida tropezó y cayó al suelo. Alejandro, con desprecio, exclamó: "Macedonios, he ahí al hombre que se propone pasar de Europa al Asia y que se cae al pasar de un lecho a otro". Después de esto abandonó el palacio con su madre. Pero luego, Filipo lo perdonó y lo hizo regresar.
Al año siguiente Filipo fue asesinado durante la boda de su otra hija, Cleopatra, y Alejandro ocupó el trono, no sin antes matar a muchos miembros de la familia real y de la nobleza, de quienes desconfiaba. Tenía veinte años, era fuerte y hermoso, se veía a sí mismo como un héroe digno de hazañas aún mayores que las cantadas por Homero y, resueltamente, dominó a Grecia y marchó al Asia.

Retrato de Alejandro. Se cree que es una copia de una escultura
de Lisipo, famoso artista ante el que posó el gran conquistador.



Tres batallas que desmoronan un imperio 

Darío III, el gran rey de los persas, confió a los sátrapas, o gobernadores del Asia Menor, la defensa del territorio , Alejandro los venció junto al río Gránico en el año 334 a. de C., y avanzó hacia Gordio esperando refuerzos. Un episodio ocurrido allí revela el carácter del joven. En la ciudad había un carro de Midas, rey legendario del lugar, cuyas riendas estaban atadas. Se decía que quien lograra desatarlas sería dueño de Asia. Muchos habían intentado hacerlo sin conseguirlo, pero Alejandro desenvainó la espada y lo corto de un soló y certero tajo. Nada se podría oponer a su voluntad. 
Prosiguió luego la marcha, y en el desfiladero de Iso venció nuevamente a Darío III, quien huyó precipitadamente. La madre , la esposa y dos hijas del soberano cayeron en poder de Alejandro, quien les dio el tratamiento que les correspondía destinándoles muchos servidores.
Esta victoria le abrió el paso hacia Fenicia, Palestina y Egipto, país cuya antigua civilización lo fascinó. Fiel a su propósito de unir la cultura griega con las de Oriente, visitó el oráculo de Amón, donde fue tratado como hijo del dios y, por lo tanto, heredero de los faraones. Para completar el dominio del Mediterráneo occidental fundó en la costa la ciudad de Alejandría, que se convirtió en una de las más importantes ciudades por varios siglos.
En el año 331 a. de C., derrotó definitivamente a Darío III en la batalla de Arbelas o Gaugamela, en la Mesopotamia Asiática. Consiguió un botín extraordinario y fue proclamado "soberano de Asia".




La soledad del poder

Su maestro Aristóteles le había aconsejado "tratar a los griegos como amigos y a los bárbaros como animales y plantas", pero Alejandro no siguió esta política, sino que fundó poblaciones y colonias para establecer núcleos donde se fusionaran culturas.
Darío III, que había huido , fue muerto por Besso, un sátrapa que quería congraciarse con Alejandro, pero éste lo castigó y dio sepultura a Darío con todos los honores correspondientes a su alto rango.
Alejandro lo proclamó Gran Rey, sucesor de los Aqueménidas y se rodeó de una corte de nobles persas, lo que produjo gran disgusto entre los macedonios y los griegos que lo habían acompañado desde los primeros momentos y que ahora se veían desplazados. Se produjeron algunos movimientos que él conjuró con energía castigando a los culpables, aunque en su ofuscación cayeron algunos inocentes. Una de las fallas del carácter de Alejandro era dejarse llevar por la ira, que era casi irracional cuando bebía con exceso. En uno de esos accesos dio muerte a su amigo Clito, quien lo había salvado de una batalla, hecho que produjo gran conmoción y el alejamiento de muchos de sus partidarios, que  lo consideraban arbitrario, despótico y despiadado.
Para sellar la unión, Alejandro contrajó enlace con Roxana, hija de nobles persas; luego, con Statira, hija mayor de Darío III, y con Parisatis, joven noble. Sus oficiales y más de 10000 soldados hicieron lo mismo casándose con mujeres persas. Pero el rey vivía retraído y taciturno, desconfiando de todo lo que lo rodeaba.

La boda de Alejandro y Roxana, hija de Ossiarte, jefe de la provincia
de Sogdiana, en el extremo oriental del Imperio Persa.

Un tapiz muestra a Alejandro entrando triunfalmente en Babilonia.






El fin de la campaña

La sed de conquista y el afán de ocupar nuevos territorios no abandonaban a Alejandro, quien llegó hasta la India. Pero ante la sorpresa , las tropas se negaron a seguir adelante y, contra su voluntad, el conquistador debió regresar a Susa.
En el año 323 a. de C., estando en Babilonia, Alejandro contrajo una fiebre maligna que en término de de diez días puso fin a su existencia. Tenía solo 33 años y definitivamente, era el conquistador más joven del mundo, pero, por sobre todo, el que había fundido las antiguas culturas de Oriente con las nuevas de Occidente para lograr la unidad que cimento el mundo moderno.



Conquistas de Alejandro Magno
Fuente de la imagen

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