martes, 14 de febrero de 2017

Cuando una frase se hace célebre

"Calumniemos siempre, que algo queda"

Desde hace siglos, muchos autores famosos han repetido esta frase que resume, sin duda alguna, el cinismo y la maldad de algunos seres humanos . Una referencia nos la da Bacon al citarla en su tratado "De la dignidad y progreso de las Ciencias"; luego la repite Voltaire en una carta al célebre filósofo y matemático francés Nicolas Condorcet, y esa misma idea de "calumniar, calumniar siempre, que algo queda" la usa Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais en "El barbero de Sevilla", que luego adquiere máxima popularidad cuando Rossini le pone música y se transforma en el "Aria de la calumnia". En conclusión, todos hablan mal de la calumnia, pero, ¿con qué arma, si no es con la calumnia, podrían luchar los seres inferiores?.





"La censura quiere servir, pero arruina"

Esto lo dijo en una sesión extraordinaria del Parlamento francés el vizconde François-René de Chateaubriand (1768-1848). Su vibrante discurso iba contra una ley que establecía en Francia una censura previa para la prensa, y su pensamiento en aquella oportunidad fue ampliado con esta otra frase: "Todo aquel que carece de talento busca el abrigo de la censura. ¡Pero lejos de calmar los ánimos, el silencio que obliga a la censura irrita mucho más a la opinión pública!". Una idea muy simple de expresar, pero tan difícil de entender para muchos.






"Las bayonetas no sirven para sentarse"

En la sesión de Cortes del 9 de febrero de 1870, el general y político español Juan Prim y Prats reclamaba un mayor presupuesto para armamentos, argumentando que era de gran necesidad para el sostén y la seguridad del gobierno. Fue entonces cuando don Emilio Castelar le rebatió con energía y remató su discurso con la graciosa frase del epígrafe. Graciosa, sí, pero nada más que graciosa, porque tres años más tarde, cuando Castelar pasó a formar parte del gobierno, cambió de idea y no vaciló en apoyarse en las bayonetas para defender su puesto.





"En el comer se distingue al hombre de los animales"

Después de dar una conferencia en Belle, su pueblo natal, el famoso gastrónomo, escritor y magistrado francés Jean Anthelme Brillat-Savarin accedió al requerimiento de algunos paisanos suyos que deseaban hacerle preguntas acerca del arte culinario. Solamente uno de ellos se manifestó escéptico al escuchar las respuestas, y de pronto exclamó: "¡Bah, eso de comer es fácil! ¡Si hasta los animales comen!"
"Sí -contestó Brillat-Savarin-, pero en el momento de comer es cuando se distingue al hombre de los animales. Y después de explicar con más detalles su afirmación, terminó diciendo: "Las personas que comen hasta hartarse y beben hasta la embriaguez, nunca saben qué comen ni qué beben".




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