domingo, 3 de mayo de 2020

Los magníficos gigantes del reino vegetal

La utilidad de los árboles es inmensa, y el hombre se ha valido, para su evolución, de todos los productos que ellos le han proporcionado y que aún le seguirán proporcionando en el futuro. Muchas de las especies arborícolas se caracterizan por el valor de la madera, por la resistencia de ésta a la acción del tiempo o por los frutos que rinde. Cada árbol pertenece a un paisaje y lo alegra, aportando su colorido ramaje o la esbeltez de su tronco. Hay árboles lo suficientemente conocido para nosotros como para que, al momento de nombrarlos, podamos imaginarlos perfectamente. De ese modo sabemos que un duraznero se adorna de un modo particular apenas se insinúa la primavera. Un sauce, con sus ramas lacias y frescas, o las erguidas figuras de los pinos son algo que se presenta dentro de nuestras propias manifestaciones cotidianas.
Pero en la vasta extensión del reino vegetal existen árboles que se destacan por sobre las demás especies por el extraordinario gigantismo que alzan sus envergaduras. Algunas veces, ese gigantismo se determina por la amplia ramazón que alcanza su fronda, por el extraordinario desarrollo de su tronco o por la altura majestuosa. Son árboles que se destacan sobre los demás, y que presentan la curiosa maravilla de ser admirados como fabulosos representantes de la naturaleza.




El ahuehuete es un ejemplar de colosales dimensiones, ya que tanto
la altura como la circunferencia de su tronco superan los 50 metros.

El Ahuehuete de Santa María del Tule, en México

Los ahuehuetes son árboles coníferos, de madera semejante a la del ciprés, que cubren grandes extensiones boscosas del Golfo de México. En modo sobresaliente, entre los ahuehuetes, se destaca el llamado árbol del Tule, probablemente el árbol de mayor circunferencia en el mundo, ya que su tronco tiene unos 58 metros de circunferencia. Su altura es de 50 metros, aproximadamente, y se encuentra en Santa María del Tule, región situada al sudoeste de la ciudad de Oaxaca. Algunos botánicos calculan su edad entre los 3000 y 5000 años.



Baobabs africanos

En las sabanas del África tropical existe una variedad del árboles que se destacan por su extraordinaria copa y por su grueso tronco, acumulador de reservas hídricas para los largos períodos de sequía. Algunos de estos árboles suelen alcanzar los 50 metros de diámetro en la copa, y sus enormes troncos tienen una circunferencia de 20 y hasta 35 metros. No suelen ser muy altos, y sólo alcanzan los 25 metros; sus hojas son grandes, muy usadas como alimento o como condimento, y sus frutos -bastante pesados- al pender de sus ramas le dan un aspecto muy característico. A estos frutos, los europeos los llaman "pan de mono" o "nuez de Egipto", pero los indígenas los denominan "boecis".
Los gigantescos baobabs son árboles llenos de leyendas. Los indígenas suponen que en sus ramas residen los dioses y el espíritu de los muertos. Son objeto de adoración, y a su alrededor se celebran curiosas ceremonias. La frondosa copa sirve como guarida y cobija a infinidad de aves y animales, y la algarabía de todo ese mundo hace del espeso ramaje un lugar lleno de animación y bullicio.

El Baobab - que se yergue en las sabanas de África tropical- puede ser
considerado uno de los más grandes árboles del reino vegetal, no tanto
por su altura sino por la circunferencia de su tronco.



La higuera de las pagodas

Un árbol muy curioso, y relacionado con la higuera común, es el que cree dentro de una extensa zona de la India y parte del África tropical. De sus ramas brotan numerosos vástagos que crecen hacia abajo y que, al arraigar en tierra, se convierten en nuevos troncos, aunque en realidad son raíces aéreas. De este modo un árbol puede extenderse por una muy amplia superficie formando una curiosa y extraña estructura vegetal. Este interesante y extravagante miembro del reino vegetal se denomina higuera de las pagodas, aunque también suele ser llamado higuera de Bengala.
Un ejemplar existente en el jardín botánico de Calcuta, en la India, sobrepasa largamente el siglo de vida. Su tronco principal tiene 4 metros de diámetro y a su alrededor crecen 230 troncos secundarios del grosor de un árbol medianamente común; sumados a ellos crecen 3000 troncos más pequeños de diámetro. Se cuenta, como un hecho realmente extraordinario y curioso, que una vez estuvieron reunidos dentro de ese fabuloso templo natural unas 7000 personas.
La higuera de las pagodas alcanza alturas de 25 metros y vive muchísimo tiempo, pues aunque el tronco original se pudra, los troncos más jóvenes siguen soportando el árbol. En la India es considerado árbol sagrado.

El árbol sagrado en el jardín Botánico de Calcuta.
(Todo eso es un solo árbol)

Tronco principal de la higuera de las pagodas.





Secuoyas californianas

Una de las obras de la naturaleza que inspiran mayor admiración son los árboles gigantescos que crecen particularmente en las vertientes occidentales de la Sierra Nevada, en California (Estados Unidos), últimos supervivientes de una venerable y antigua familia de plantas arbóreas, ahora cuidadosamente conservada en parques nacionales. Son los árboles más altos del mundo y, seguramente, los más añosos también. Tienen un promedio de altura de 60 metros y un diámetro de 6 metros en la base del tronco, pero son numerosos los ejemplares que sobrepasan los 100 metros y que llegan a superar los 9 metros de diámetro en la base. Gracias a los anillos que se forman anualmente en su madera puede calcularse la edad de estos árboles, comprobando que sobrepasan largamente los 3000 años. Algunos botánicos aseguran que estos gigantes pueden prolongar sus existencias hasta los 3500 y 4000 años-
Algunos de estos árboles se destacan sobre los demás por sus extraordinarios desarrollos.
Uno de los más famosos es el llamado "Grizzly Giant", en Yosemite; junto al suelo el tronco tiene 30  metros de circunferencia y se levanta recto y desnudo, con la copa destrozada, mudo testigo de los siglos y de las tormentas que ha resistido. Otro árbol conocido, la secuoya de Wawona, del parque nacional de Yosemite, tenía un túnel en su base por el cual podían pasar los automóviles. 
El nombre secuoya (Sequoia) se le dio en homenaje a un indio cheroquee, llamado así, que ideo un alfabeto fonético que permitió a los niños de su raza aprender a leer y a escribir y obtener los beneficios de la instrucción.

El "Grizzly Giant", en el parque Yosemite.
Algunos botánicos aseguran que la aseguran
que la sequoia alcanza hasta 4000 años de vida.




Eucaliptos australianos

Sólo dos árboles, entre los colosos del reino vegetal, superan en talla a los magníficos eucaliptos gigantes de Australia: el pino de Oregón o de Douglas (del que se ha medido un ejemplar de  116 metros) y la anteriormente descrita secouya californiana. Los eucaliptos pueden codearse perfectamente con esos colosos, ya que alcanzan la nada despreciable altura de 105 metros. En Australia, estos colosos crecen formando espesos y magníficos bosques.

Hay ejemplares de eucaliptos australianos
que sobrepasan los 100 metros.




El ombú

No es verdaderamente un árbol, sino un arbusto gigantesco. Las ramas crecen casi desde el suelo y en todos los sentidos, formando una umbrosa y amplísima superficie de sombra. Suele alcanzar alturas de 20 ó más metros. Es, eminentemente, un árbol de sombra, ya que su follaje es espeso y fresco, y su leño no produce otro tipo de utilidad, pero se destaca en el infinito paisaje de la pampa argentina como un majestuoso oasis de fresca sombra.

Ombú





Los árboles: testigos del paso de los siglos y de los hombres

Si los casos de gigantismo en algunas especies arbóreas nos parecen extraordinarios, no son menos admirables los casos de longevidad en algunos seres vivientes. Secuoyas con edades determinadas en más de 3000 años, olivos que han pasado largamente los mil, robles centenarios, pinos con el tiempo doblando sus ramas, son árboles que han sido testigos inmutables de hechos gloriosos o de escenas históricas, y que reciben el recuerdo y el respeto de una humanidad que se conmueve al saberlos identificados con la historia.
Tal es el caso de los árboles del huerto de los olivos, en Getsemaní, cuyos descendientes se conservan aún; el árbol sagrado de la India, bajo el cual, según la leyenda, Buda recibió la inspiración; el olmo de Washington, en Cambridge, donde Washington recibió el mando del ejército norteamericano; el pino de San Martín, bajo cuya sombra el ilustre libertador redactó el parte de la victoria de San Lorenzo; el roble real, que dio asilo a Carlos II después de haber sufrido la derrota de Worcester; el árbol de la noche triste, donde, según la leyenda, Hernán Cortés lloró la derrota que le causaron los aztecas en 1520; el árbol de Guernica, símbolo del pueblo Vasco, supervivientes del terrible bombardeo que arrasó a Guernica en la guerra civil española.

Huerto de los olivos, en Getsemaní.




En el cuadro podemos observar las alturas comparativas de
diversos árboles, cuyas dimensiones los califican como
verdaderos gigantes vegetales.

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