lunes, 23 de noviembre de 2015

Cuando una frase se hace célebre

"La música, páguela quien la oyere"

El día 8 de septiembre de 1645, agonizaba en Villanueva de los Infantes aquel genio de las letras españolas que se llamó don Francisco de Quevedo y Villegas. Junto a su lecho el vicario de su parroquia le reclamaba para que subsanase un olvido que había en su testamento: "Queremos que el entierro sea suntuoso -le dijo-, pero falta dinero para pagarle a los músicos ". Entonces Quevedo pronunció la frase del título, dando por terminado la cuestión definitivamente.


Francisco de Quevedo.


"Ahora que tengo para comer, me dan banquetes"

Durante algunas años, Florencio Sánchez vivió en una extrema pobreza -que en esos tiempos se disimulaba con el romántico nombre de "bohemia"-, pero después de duros esfuerzos logró conquistar el triunfo, aplausos, homenajes y las inevitables comidas con que suele agasajarse a los triunfadores. A los postres de una de aquellas demostraciones gastronómicas, Sánchez fue invitado a pronunciar un discurso, y fue entonces cuando el célebre autor de "La gringa", "M'hijo el doctor", "Barranca abajo", "Los muertos", etc., inició su charla diciendo: "Ahora que tengo para comer, me dan banquetes". Y en verdad llegaban un poco tarde tantos reconocimientos, porque su salud estaba ya agotada y murió en 1910, cuando tenía apenas 35 años.


Florencio Sánchez.


"¿Acaso hay dientes?"

Si alguna vez se hace una antología de aduladores -¡obra prácticamente interminable!-, corresponderá un lugar de excepción a un titulado caballero D'Fernay, habitual contertulio de la corte de Luis XIV. Se cuenta que, en cierta ocasión, cuando el anciano monarca se quejaba por haber perdido casi toda la dentadura, el servil cortesano quiso consolarlo diciéndole: "¡Pero Majestad! ¿Acaso hay dientes?". Y aquí cabe una pregunta: ¿Qué habrán inventado los otros adulones de Luis XIV para superar aquel "récord" de obsecuencia? 


Luis XIV


"Esta medicina me curará de todos los males"

Poeta, diplomático, político, navegante y gran favorito de Isabel de Inglaterra, repentinamente se oscureció la estrella de sir Walter Raleigh y fue condenado a muerte en 1618, durante el reinado de Jacobo I. Al llegar al patíbulo, se adelantó con firmeza al encuentro del verdugo y, examinando el filo del hacha preparada para su decapitación, exclamó "Es una medicina poco fuerte, pero me curará de todos los males".
No obstante el elogio hecho por sir Walter Raleigh, mucha gente considera que, para los dolores, es mejor la aspirina que el hacha.


Sir Walter Raleigh.

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