sábado, 28 de octubre de 2017

El saber "sí" ocupa lugar

Nuestra memoria equivale a la biblioteca de recuerdos y conocimientos, de la cual extraemos las formas de expresarnos y con su ayuda adecuamos nuestro comportamiento a las cambiantes situaciones de la vida. Es un maravilloso mecanismo, en cuyo conocimiento sólo ahora comenzamos a dar los primeros pasos.
A semejanza con lo que ocurre con las bibliotecas, el mecanismo de un recuerdo requiere:
1°) adquirir el conocimiento (obtener el artículo, la revista o el libro para el caso de la biblioteca);
2°) relacionarlo con el mundo circundante y el tiempo (confeccionar la ficha con los autores, temas, año, páginas de publicación y clasificarlos);
3°) posibilidad de su evocación instantánea (ubicarlo en los anaqueles rápidamente).






¿Cómo se adquiere el conocimiento?

Las formas más sencillas consisten en aprender lo que uno ve, oye, toca, del mundo que nos rodea, con nuestros sentidos, que equivalen a sensores y permiten tener idea de nuestro cuerpo mismo y del mundo en que vivimos. Así aprendemos a caminar, hablar nombrando cosas, a escribir, a leer, etcétera.
Una forma más compleja es la adquisición del conocimiento, por medio de la lectura o la información oral, de los datos de una ciencia o técnica: Conocimiento informativo.
La más compleja es la obtención del conocimiento por nuestra experiencia personal a través del trabajo, la manualidad, la experimentación: Conocimiento formativo.






Almacenamiento de información

Se calcula que en nuestro cerebro pueden acumularse unas 10 elevado a la 15 potencia (es decir, multiplicar 10 x 10 y el resultado x 10, así 15 veces) unidades de información, es decir, un millón de informaciones por cm3 de cerebro. Esta inimaginable capacidad de almacenamiento puede aclararse algo más si estimamos que los conocimientos contenidos en un solo cm3 de cerebro podrían mantener funcionando un canal de televisión casi 40 años.




¿Cómo se fijan los recuerdos para no perderse?

Al parecer se traducen también en un código , como el alfabeto; es decir, se transcriben, dando una organización apropiada a una molécula proteica. Esa organización es semejante a como se estampa la sucesión de letras de las palabras, al escribir una oración; y los recuerdos se evocan decodificando esa transcripción con un mecanismo similar al del silabeo al leer lo escrito o como lo hace una máquina teletipo*, que transcribe en el papel lo que una onda de radio le suministra desde una central de comunicaciones en una región distante de la Tierra.
Théodule-Armand Ribot, en 1881, y William James, en 1890, propusieron una teoría química para explicar el funcionamiento de la memoria, la cual no pudieron probar por carecer de la técnica necesaria. Supusieron que a través de fenómenos químicos de permanente actividad bidireccional, es decir, formación de complejos químicos a partir de moléculas simples y desdoblamiento en sus componentes primitivos, se podía adquirir y evocar un recuerdo.
Las verificaciones experimentales comenzaron con Hyden en 1959, quien observó cambios en la estructura química de algunas proteínas. En las neuronas de la zona cerebral implicada en su aprendizaje (por ejemplo, luego de una información olfatoria en un animal) se verificaba un cambio: la composición proteica del área cerebral que coordina el olfato.


*Las máquinas teletipos son obsoletas hoy en día


El alfabeto molecular

El doctor McConnell, en 1962, creyó haber podido transferir información aprendida de un animal a otro de su misma especie, con extractos de cerebro o ganglio cefálico en insectos.
En 1968, el doctor George Ungar y su equipo, afinando esas experiencias y por medio de descargas eléctricas, consiguieron aislar del cerebro de ratones que se habían adiestrado a temer a la oscuridad (contradiciendo el hábito nocturno propio de la especie) una sustancia péptida, es decir proteica muy simple, que, inyectada a un ratón normal y de hábito nocturno, le transfería el miedo a la oscuridad con un efecto que podía durar 3 ó 4 días. Sin duda, este péptido, cuya cadena de 15 aminoácidos fue aclarada en 1972, es un código que transmite información memorizada de un comportamiento aprendido.


La imagen pertenece a un estudio de ansiedad en ratones
Fuente




La biblioteca de los recuerdos

Estas sustancias se producen en las células cerebrales y allí se guardan; probablemente, en cada área se localice un tipo de memoria apropiada. Por ejemplo: para el lenguaje, la circunvolución de Brocca; o la visual en la cisura calcarina; o la olfatoria en la circunvolución temporal. 
Es decir, que así como en las bibliotecas los libros ocupan anaqueles y se llevan archivos de los contenidos, en algunas células cerebrales su protoplasma está ocupado por recuerdos codificados y en cada área corresponde una categoría de recuerdos.
Sin duda, la naturaleza ha simplificado al máximo el proceso del recuerdo, es decir de sus libros de conocimiento, y nuestros métodos de archivo y clasificación están aún muy distantes de esta capacidad de síntesis.




Los disidentes

Por supuesto, no todos están de acuerdo con estas concepciones. En un enfoque muy personal, el doctor Richard Dawkins considera que la memoria resultaría de la "fijación" de circuitos entre neuronas, por un proceso de destrucción selectiva de cierta cantidad de células. Esta destrucción es una realidad, pues diariamente muere un número de neuronas cerebrales, y ello puede que no sea al azar, sino que las destruidas resulten ser elementos no utilizados en circuitos nerviosos. La pérdida de algunos elementos dentro de un sistema no ocasiona la desintegración del mismo, sino que a veces aumenta la complejidad y su capacidad de adaptación. (Como ejemplo recordemos que en el lenguaje castellano no existe expresión para la letra h, y la z, s y c se pronuncian indistintamente, sin que por eso eso hayan desmejorado la capacidad de comunicación ni el vuelo poético del idioma.)




En el camino de la perfección

El proceso inconsciente que llevó al hombre a imitar, sin saber, sus propios mecanismos de recuerdo, y que comenzó al estampar en las paredes de sus cavernas lo que necesitaba recordar, va sin duda muy adelantado al resumir espacio en microfilms, pero está aún lejos de alcanzar la simplicidad y confiabilidad de los códigos moleculares.
Serán necesarios estudios más profundos de la Biología para aclarar estos mecanismos, y avances de la ingeniería para poder aplicarlos con beneficios para la ciencia, pero es muy probable que el día que se puedan reproducir esos mecanismos de almacenamiento toda la información escrita en esa enorme y tremenda cantidad de libros que existen en el mundo cabrá en un pequeño recipiente no más grande que una pelota de fútbol.



En 1888, Herman Hollerith descubrió un sistema para contar
automáticamente las perforaciones hechas en una tarjeta. En simples
tarjetas perforadas de máquinas electrónicas es posible almacenar
y utilizar más datos que en un montón de libros antiguos.


Tarjeta perforada

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