jueves, 26 de enero de 2017

De la vida misma

Estatua viviente


Gioacchino Rossini era lo que puede llamarse un superdotado. Además de ser un compositor de inigualable sonoridad y pletórico de ideas, fue eximio cantante, destacado violoncelista, poeta y hasta dibujante en ocasiones. Por eso, sus contemporáneos lo llamaron "El Cisne de Pesaro", ciudad de Italia, donde había nacido en el año 1792.
Con sus composiciones musicales, tales como "Guillermo Tell" y "El barbero de Sevilla", ganó fortunas, pues inclusive su batuta de director era muy cotizada en Europa. Pero así como las ganó, las dilapidó. El dinero no se detenía en sus bolsillos; siempre lo derramó a manos llenas, pues llevaba una vida rumbosa. Cayó entonces en manos de prestamistas, quienes, al vencer los plazos estipulados, le reclamaban su dinero acuciándolo permanentemente. Llegó entonces el momento en que Rossini vivía, como se dice vulgarmente, "a salto de mata". Pero nunca perdió su buen humor.
En cierta ocasión dio un concierto en una importante ciudad de Italia. Las autoridades lo agasajaron, como siempre, y el alcalde, luego de un copioso almuerzo, lo llevó hasta un parque y, mostrándole un pedestal vacío, le dijo:
-¡Aquí, señor Rossini, se levantará su estatua. Nuestra ciudad cree que usted se merece este homenaje en vida!
Rossini preguntó entonces cuánto costaba aquella estatua, y cuando el alcalde, orgulloso, le dijo la cifra muy abultada, el compositor suspiró y repuso:
-¡De haberlo sabido, señor alcalde, me paraba yo en el pedestal por la mitad de ese dinero!




No hay comentarios:

Publicar un comentario