"¡Yo también soy pintor!"
Tan grande fue el deslumbramiento que sintió Antonio Allegri "El Correggio" al contemplar la
"Santa Cecilia", de Rafael, que sólo atinó a pronunciar la frase del epígrafe. Luego, como suele ocurrir con frecuencia sus palabras fueron interpretadas de maneras distintas: unos creyeron que "El Correggio" había subestimado los méritos de Rafael, diciendo algo así como: "¡Bah, yo también soy pintor y puedo hacer lo mismo!", mientras otros tomaron su exclamación como una prueba de asombro y admiración, equivalente a un: "¡Qué maravilla! ¡Pensar que yo también soy pintor!". En una palabra: antes de decir frases célebres, es conveniente aclarar el significado!
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Autorretrato de Correggio (1510) |
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"El éxtasis de Santa Cecilia" Rafael (1516 - 1517) |
"¡Avergüéncese quien mal piensa!"
Con estas palabras -en una traducción más o menos literal-, Eduardo III de Inglaterra amonestó a varios cortesanos que habían observado con malicia y suspicacia su gesto insólito: ¡nada menos que levantar del suelo una liga que se le había caído durante el baile a la hermosa condesa de Salisbury! No conforme con la amonestación, el monarca sujetó la liga a su propia pierna, dando origen con ese gesto a la creación de la famosa y codiciada "Orden de la Jarretera", y a que su frase original
"Honi soit qui mal y pense" quedase como leyenda en el escudo nacional inglés.
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Eduardo III |
"Si me dicen que he fallecido, no me asombraría nada"
Juan Emilio Arrieta, autor de las zarzuelas
"Marina",
"El dominó azul",
"El grumete" y otras (1823- 1894), fue una de las figuras más populares de la España de su tiempo. Unía a sus condiciones de creador -dicen sus biógrafos-, un gran sentido del humor y se cuenta que, la noche antes de morir, charlaba jovialmente con varios amigos. Y cuando uno de ellos le preguntó: "¿Cómo se encuentra usted, maestro?", Arrieta le dijo sin titubear: "Mal, muy mal, amigo. ¡Tan mal me encuentro, que si al amanecer me dicen que he fallecido no me asombraría nada!".
"¡No me mates! ¡Soy Arquímedes!"
Después de un prolongado asedio, el general romano Claudio Marcelo logró apoderarse de Siracusa, recomendando a sus tropas que respetasen la vida de Arquímedes, a quien admiraba y estimaba profundamente. Ignorando lo que ocurría en la ciudad, el famoso geómetra estaba ensimismado en sus trabajos cuando un soldado entró en su casa e, irritado por la actitud del sabio -que juzgó indiferente o despectiva-, lo amenazó con su espada. Fue entonces cuando Arquímedes intentó detenerlo, pero su frase implorante no pudo evitar el brazo homicida... ¡y todas las recomendaciones de un general inteligente resultaron inútiles frente a los impulsos de un soldado ignorante!
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Arquímedes |
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