martes, 22 de marzo de 2022

La germinación de la semilla

 De pronto ocurre el milagro. De un grano seco y aparentemente sin vida empiezan a salir pequeñas hojitas y raicillas que, al ir creciendo, darán origen a una nueva planta. Este milagro es la germinación de la semilla, maravilloso proceso que asegura no sólo la vida de las plantas sino la de todos los seres vivos que habitan la Tierra.





El origen de la semilla

La naturaleza a tomado sus previsiones para el mantenimiento de la vida vegetal y encargó a las semillas la tarea de perpetuar la especie. Una planta puede secarse, pero deja muchas semillas que son capaces de formar nuevas plantas aun después de mucho tiempo.
Las semillas se originan en las flores después de la fecundación de los óvulos (elementos femeninos) por los granos de polen (elementos masculinos). Su tamaño y forma son muy variados, y pueden ser pequeñísimas y livianas, como en las orquídeas, o grandes como un coco.




Cantidad de semillas viajeras

El gran número de semillas por cada planta es un factor primordial que asegura la vida de los vegetales. El maíz produce unas mil semillas, pero se han llegado a contar 200.000 semillas, como ocurre en la planta de biznaga. Otro de los factores que aseguran la supervivencia es la determinación o dispersión, que las aleje del lugar de origen. ¿Por qué es necesario que esto ocurra? Pues para evitar que las semillas se acumulen al pie de la planta y crezcan, en el mismo sitio, numerosas plantas que terminarían por ahogarse. 
Toda la naturaleza colabora con la dispersión de las semillas. Algunas son llevadas por el viento, como las de los cardos, los famosos "panaderos", que están provistos de su propio aparato de vuelo consistente en pelos que, como rayos, parten de su centro.
El agua de los ríos, arroyos y mares también colabora en la dispersión de las semillas. Las que son transportadas de esta manera presentan, por lo general, una cubierta resistente que les permite permanecer en el agua y tejidos esponjosos llenos de aire que les sirve para flotar. En el coco se observa una cubierta resistente, una parte media gruesa y fibrosa, con espacios llenos de aire, y una parte interna muy dura que envuelve a la semilla comestible.
Otras semillas, como las del abrojo, presentan gran número de espinas dobladas como ganchos que se adhieren a los pelos, lanas, etc., de los animales, que así las transportan hacía otros lugares. Hay semillas pequeñas que son ingeridas por las aves y que son dejadas en tierra con los excrementos. Y no falta la planta que, como el pepinillo del diablo, tiene frutos que se abren con fuerza y expulsan las semillas a grandes distancias.





¿Cómo es una semilla?

La naturaleza sabe que la parte fundamental de la semilla es el embrión, y entonces lo protege con el tegumento, que, a veces, es doble, es decir, con una capa externa llamada testa y una interna, más blanda, llamada tegmen. Ciertas semillas, como las del trigo, maíz, durazno, quedan encerradas en el fruto o partes de éste, lo que aumenta su protección. 
Dentro del tegumento está el embrión, que es una planta en miniatura. En él se distinguen la radícula. que dará origen a la raíz; la gémula o yémula, de la que nacerán el tallo y las hojas, y el talluelo, que une la radícula y la gémula. Junto al embrión se insertan uno o dos cotiledones, especies de hojitas cuya misión es la de nutrir al embrión en la primera fase de desarrollo.
Y otra vez se observa la previsión de la naturaleza cuando advertimos que las sustancias de reserva que rodean al embrión son las que la planta ha elaborado en su vida y que acumuló en la semilla para brindarle alimento seguro durante la germinación y sus primeros días de vida.

1. En el esquema A se ven el poroto desprovisto de su tegumento o piel,
los cotiledones y el embrión. El esquema B muestra el poroto abierto por 
la mitad, lo que permite observar el tallito, la radícula, la gémula y el
talluelo del embrión y el cotiledón.
2. A través del orificio micrópilo, la semilla absorbe el agua y empieza
a hincharse.
3. La radícula siempre se dirige hacia abajo
4. Del eje principal de la raíz nacen raicillas secundarias.





El despertar de un largo sueño

Desde que se separan de la planta madre, las semillas "duermen" hasta que sus condiciones internas, animadas por diversos factores externos, las "despiertan", llamándolas a vivir. Las semillas conservan durante largo tiempo su vitalidad y su poder germinativo, es decir, tienen vida "latente". Para que conserven esa vida interior, los tegumentos protegen al embrión y a las reservas alimenticias como si fueran corazas. La vida latente es más larga en las semillas en cuyas reservas predomina el almidón, como el trigo o el maíz , que en las que contienen aceite, como el lino o el girasol.
¿Qué es necesario para que una semilla germine, es decir, para que pase de la vida latente a la vida activa? Lo fundamental es que el embrión conserve su poder germinativo y que las reservas mantengan su valor nutritivo. A esto hay que añadir la acción del agua, del aire y de la temperatura. El agua penetra en la semilla haciéndole perder su dureza; entonces los tejidos se ablandan, las reservas alimenticias se hacen solubles y pueden ser utilizadas por el embrión. El oxígeno del aire es también un elemento indispensable en la germinación y las semillas lo necesitan en gran cantidad; por eso no se las debe sembrar muy profundamente. Las plantas acuáticas toman el oxígeno del agua en que viven.
La temperatura es el estímulo necesario para hacer entrar en actividad a la semilla. Cada especie tiene una temperatura mínima, máxima y óptima para germinar. Así por ejemplo, la del trigo es de 5°C como mínimo, y de 37°C como máximo, pero la temperatura mejor es de 28°C.

Para que una semilla germine se requieren condiciones 
internas (es decir, que el embrión conserve su poder 
germinativo y que existan reservas alimenticias) y
externas (es decir, que haya humedad y oxígeno suficientes
y temperatura adecuada).




Así nace una planta

Para observar el maravilloso proceso que da origen a una planta puede preparase este sencillo germinador: en un vaso de vidrio se coloca un papel secante humedecido, algodón mojado y unos porotos y se lo mantienen en un lugar caldeado. Conviene dejar los porotos sumergidos en agua durante toda una noche antes de colocarlos en un germinador. Primero, la semilla se hincha y absorbe el agua a través del tegumento y de un orificio llamado micrópilo. A los 3 días, el tegumento se rompe y sale la radícula dirigiéndose hacia abajo. Alos 6 días, a raíz presenta raicillas secundarias. La raíz principal continua dirigiéndose hacia abajo y permanece de color blanco. A los 9 días, de a gémula se ha desarrollado el tallo, que, al recibir la luz solar, toma color verde. El tallo crece llevando consigo los dos cotiledones. Después de 12 días ya han aparecido las primeras hojas, el tallo comienza a enderezarse y los cotiledones se van secando, pues han cedido gradualmente las sustancias nutritivas que la planta necesitaba. Después caen, pues su misión a concluido. A los 15 días ya tenemos a planta de poroto formada y dispuesta a dar flores, frutos y semillas que cumplirán, a su tiempo, el eterno ciclo que asegura su vida.