jueves, 16 de marzo de 2017

El corazón es un amigo...

Y a los amigos hay que cuidarlos

Cada célula de nuestro organismo necesita, para poder vivir y cumplir con su misión, recibir oxígeno y alimentos y eliminar anhídrido carbónico y sustancias de desecho. El encargado de realizar esta importantísima tarea es el aparato circulatorio, que puede hacerla merced al trabajo del corazón que, como una bomba impelente, impulsa la sangre a través de los vasos sanguíneos, o sea las arterias, vasos capilares y venas. La naturaleza ha dotado al corazón de una estructura muy resistente, pero ello no significa que deba abusarse de él, sino que, por el contrario, es necesario prodigarle los cuidados que merece como órgano vital.






Nuestro amigo el corazón 

El corazón es un órgano muscular hueco situado en el tórax, arriba del músculo diafragma y entre los dos pulmones. Presenta la forma de un cono, cuya base está dirigida hacia arriba y a la derecha, y su vértice hacia abajo y a la izquierda. Su tamaño es equivalente al puño de la persona y pesa, término medio, unos 330 gramos en el adulto. Las paredes del corazón están formadas por fibras musculares longitudinales retorcidas en aros y espiraladas, del tipo estriado por tener bandas transversales, y capaces de realizar un trabajo enérgico y automático. Dentro del corazón hay cuatro cavidades: dos aurículas y dos ventrículos. La aurícula derecha se comunica con el ventrículo derecho por medio de una válvula llamada tricúspide, y la aurícula izquierda se comunica con el ventrículo izquierdo por la válvula mitral. La aurícula y el ventrículo de cada lado están separados por un tabique muscular.

Sección vertical del corazón.
Este esquema permite observar cómo se relacionan las cavidades
del corazón con los grandes troncos arteriales y venosos relacionados entre él.
Fuente de la imagen




¿Cómo trabaja el corazón?

Debido a su estructura especial, la musculatura cardíaca tiene unas propiedades características y reaccionan como si se tratara de una sola fibra. Una propiedad del corazón es su automatismo, es decir, la posibilidad de contraerse por sí mismo a un ritmo dado sin necesidad de estímulos externos. Dentro de la aurícula derecha hay un grupo de células o nódulo del seno compuesto por un tejido muscular especial que, como el tejido nervioso, posee automatismo, es decir que es capaz de generar el latido del corazón y marcar su ritmo. La circulación de la sangre es posible debido a los movimientos de contracción del corazón, que impulsa la sangre hacia los pulmones para purificarla a través de su aurícula y ventrículo derecho (es lo que se llama pequeña circulación), y a todo el organismo por su aurícula y ventrículo izquierdos (gran circulación). Como la gran circulación, que tiene un extenso recorrido, exige a este órgano mayor esfuerzo, esta parte es más gruesa y musculosa que la derecha.
Para impulsar la sangre al organismo, el corazón actúa sencillamente como una bomba impelente que empuja el líquido hacia los vasos. En este caso el corazón se contrae: es lo que se llama sístole; al relajarse, en reposo, permite que lo llene de sangre: es lo que se llama diástole. El trabajo del corazón, o sea la sucesión alternada e ininterrumpida de sístoles y diástoles, se puede apreciar tomando el pulso, o sea presionando con los dedos una arteria periférica (por ejemplo, en la muñeca). El corazón bombea entre 7.000 y 8.000 litros diariamente. Por día late unas 120.000 veces; cada ciclo cardíaco dura 0,8 segundo: 0,3 corresponde a la sístole y 0,5 a la diástole. Por ello el corazón trabaja unas 10 horas y descansa 14 horas.

Gráfico que muestra la posición del corazón en el tórax. Las enfermedades
cardíacas deben ser comprendidas. Es necesario evitar falsos temores, pero
tampoco se debe perder tiempo.

El corazón bombea entre 7.000 y 8.000 litros por día, y en ese lapso late unas 120.00
veces. En el curso de una vida de 70 años bombea tanta sangre como para llenar
la capacidad de un rascacielos. En 40 minutos podría elevar un ascensor hasta el
quinto piso y en un día llenaría 3 tanques con 10.000 litros





Hay que cuidar al amigo

El corazón, tan bien dotado, puede sin embargo enfermarse, aunque felizmente en los últimos años se ha producido un notable progreso en la prevención de las afecciones cardíacas. Entre las más comunes figuran la enfermedad coronaria, arteriosclerosis, reumatismo cardíaco, enfermedades congénitas, accidentes cerebrales, hipertensión, etcétera. Si se tenia parientes cercanos que hayan muerto prematuramente por ataques cardíacos, las probabilidades de enfermedades cardiovasculares son algo mayores.
La enfermedad coronaria se produce cuando las arterias que proveen sangre al corazón se estrechan o se destruyen, impidiendo que el corazón se oxigene. La arteriosclerosis se origina al acumularse grasas u otros materiales en las paredes internas de las arterias, produciendo una estrechez que aumenta el riesgo de la obstrucción e interrupción de la circulación. La arteriosclerosis provoca la angina de pecho y la mayoría de los ataques cardíacos. El corazón tiene un excelente sistema de reparación si las arterias que sirven al corazón no llevan la sangre suficiente, las vecinas se ensanchan o se abren nuevas ramas para llevar la sangre necesaria.
El reumatismo cardíaco se origina a causa de una enfermedad reumática sufrida en la niñez o en la adolescencia que produce deformaciones de las válvulas, lo cual dificulta el tránsito normal de la sangre. Las enfermedades congénitas son defectos del desarrollo del corazón o los vasos antes del nacimiento. El soplo al corazón es un sonido particular que produce la sangre al pasar por las válvulas del órgano; generalmente indica enfermedad de las válvulas o insuficiencia cardíaca. Los niños suelen tener soplos funcionales que desaparecen con el crecimiento. Un accidente cerebral es la ruptura u obstrucción de una arteria del cerebro que causa repentina pérdida de conciencia, de la sensibilidad y de los movimientos voluntarios. La hipertensión arterial o presión alta es una de las principales causas de las enfermedades cardíacas, pero detectada a tiempo puede ser tratada con éxito. 

Trombosis (coágulo) (Fig.1) y depósitos de grasa (colesterol) (Fig. 2).
Es necesario evitar estas afecciones que obstruyen la circulación.





Cinco medios para reducir los ataques cardíacos.

1°) VIGILAR DIETA Y PESO. ¡Cuidado con las calorías de más! Si no se gastan se transforman en grasas, y el aumento de peso sobrecarga el corazón y aumenta el colesterol de la sangre, predisponiendo a la arteriosclerosis. Un hombre cuyo peso supere el 20% más de lo normal tiene mayor riesgo de un ataque cardíaco.
2°) HACER EJERCICIOS EN FORMA REGULAR. Practicar deportes, pero consultar antes al médico sobre cual es el más adecuado. Caminar diariamente. La regularidad tiene un premio: calma los nervios y ayuda a eliminar grasa, tan nociva para la salud.
3°) NO FUMAR.
4°) EVITAR LAS PREOCUPACIONES. Las preocupaciones, las tensiones nerviosas y emocionales elevan la presión sanguínea y el colesterol. La tensión nerviosa prolongada hace aumentar la posibilidad de un ataque cardíaco.
5°) CONTROLES MÉDICOS PERIÓDICOS. Cuando alguien cumple años, el mejor regalo que puede hacerse a sí mismo es un control médico. Prevenir es siempre mejor que curar. Así podrá agregar más vida útil al corazón, un amigo al que hay que cuidar solícitamente.







Para reducir los ataques cardíacos hay que vigilar la dieta y el peso. Conviene comer menos grasas o alimentos con abundante colesterol.
El ejercicio tiende a reducir el riesgo de la enfermedad cardíaca. Un buen hábito es practicar deportes o caminar 20 o 30 cuadras por día.
El promedio de ataques cardíacos entre los grandes fumadores es superior que entre los que no fuman y su índice de mortalidad es mucho mayor.
Es necesario evitar las situaciones que produzcan en forma permanente tensiones nerviosas o emocionales, pues ellas aumentan la presión sanguínea.
Ante cualquier síntoma alarmante es necesario consultar al médico. También conviene realizar controles médicos en forma periódica (anualmente).




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